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A 10.000 kilómetros de Buenos Aires y bajo insólitas medidas de seguridad, River Plate y Boca Juniors disputarán hoy en Madrid el desenlace de la Copa Libertadores (2:30 p.m.), una contienda que debía ser ‘la final del siglo’ y terminó manchada por la violencia.

Lejos queda ya el primer partido en La Bombonera el 11 de noviembre, saldado con un ajustado 2-2, e incluso la vuelta el 24 de noviembre en el Monumental, cuando un grupo de hinchas de River atacó el autobús de Boca y se aplazó la final.

Con River reclamando mantener la localía y Boca exigiendo en vano la descalificación del rival, la Conmebol optó por llevarse lejos del continente la final entre dos rivales históricos nacidos en el mismo barrio de Buenos Aires.

Se recordará 'como la tremenda vergüenza del fútbol argentino', lamentó el presidente de River Plate, Rodolfo D’Onofrio, en una entrevista el viernes en el diario español El País.

Por su parte, Boca acudió al Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) para suspender el partido pero su petición quedó desestimada, según un comunicado este sábado de este organismo, que estudiará el caso más adelante.

El escenario de la final será el emblemático estadio Santiago Bernabéu del Real Madrid, que acogerá en sus 81.000 asientos a hinchas millonarios y xeneizes llegados de todo el mundo.

España cuenta con la mayor colonia de argentinos en el extranjero y dispone de una buena conectividad aérea con América Latina pero también es el país del que se independizaron ‘Los Libertadores’ que dan nombre a la competición.

'Ahora es la Copa Conquistadores de América', lamentaba a la AFP Roby Cozzi, un hincha xeneize de Barcelona que, sin embargo, se desplazará a Madrid para el encuentro.

Como él, decenas de miles de argentinos acudirán a la capital española para presenciar el encuentro. Las 40.000 entradas ofertadas para argentinos en el extranjero tuvieron una fuerte demanda.

En cambio, de los 10.000 boletos reservados para hinchas en el país, todavía quedaban más de 4.000 para vender el viernes ante los elevados costes del viaje -más de 2.000 euros sólo el vuelo-, inasumibles para muchos ante la delicada situación económica de Argentina.

El dispositivo de seguridad será excepcional: más de 4.000 policías y agentes de seguridad privada, un despliegue superior al de la final de la Liga de Campeones del 2010 en el Santiago Bernabéu.

En teoría, las dos hinchadas no deberían cruzarse: se habilitaron dos 'fan-zones' separadas por 2 kilómetros al norte y al sur del estadio, se ubicarán en tribunas opuestas y dispondrán de zonas distintas para festejar el título.

Especial atención merecerán los 'barras bravas': las autoridades esperan la llegada de entre 400 y 500 hinchas especialmente violentos. Algunos serán inmediatamente deportados como ya ocurrió el jueves con un seguidor de Boca.

Con todo su riesgo, la contienda será una oportunidad para que España se reivindique en vistas al Mundial 2030 para el que desea una candidatura conjunta con Portugal y Marruecos que competiría con la de Argentina, Uruguay y Paraguay.

'Tengamos la fiesta en paz', titulaba en portada ayer el principal diario deportivo español Marca, con una fotografía de hinchas de Boca y River abrazados.

Las peñas de ambos clubes en España llaman a la calma: 'No hay que matar a nadie por llevar una camiseta distinta', decía Martín Barbaglia, de la Filial River Plate Barcelona.

Movilizados en masa para un partido que no esperaban disfrutar, unos y otros pretenden llevar el aliento del Monumental y La Bombonera al Santiago Bernabéu, que se prevé teñido de blanco y rojo y amarillo y azul.