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Apareció sonriente y saludando con emoción, de pantalón blanco, zapatos sin medias y una camisa hawaiana que todavía no termina de abotonar. 'Adelante, siéntense', dice amable, en la puerta de su casa, a los periodistas de EL HERALDO, con el agudo y peculiar tono de voz que servía para capitanear a Junior y reclamar los premios de los jugadores rojiblancos que resultaron campeones en 1977 y 1980.

Su voz está intacta. También su memoria, su vitalidad, su entusiasmo. Gabriel Berdugo se vuelve a ver como un roble a sus 70 años de edad. No parece que el pasado 20 de diciembre hubiese sufrido un paro cardiorrespiratorio que puso su vida a pender de un hilo, en plena cancha del estadio Romelio Martínez, durante la disputa del tradicional Juego de las Estrellas, que organiza el periodista Hugo Urruchurto.

'¡Estuvo muerto unos segundos!', exclama su esposa Rosa Peña, ya con la tranquilidad y satisfacción de que solo es un recuerdo anecdótico aquella escena en la que un familiar que estaba en el campo, creyó lo peor, se volteó a la tribuna y le decía a ella claramente: 'Se murió'.

Afortunadamente le sobraban ángeles a Berdugo para evitar un desenlace fatal. Los galenos Robert Borrero, Jorge Rodríguez, Óscar Ahumada, Fernando Fiorillo, dos paramédicos de AMI y una doctora que estaba en la gradería del Romelio como aficionada, de la cual desconoce el nombre ('me encantaría darle las gracias'), unieron fuerzas, lo reanimaron en el momento oportuno y lograron salvarle la vida.

Después de un cateterismo, una operación a corazón abierto, la colocación de cinco stents en sus arterias, ocho días en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica General del Norte, cinco más en una habitación y varias fechas de quietud en su casa, Berdugo está terminando de recuperarse para volver a jugar lo que considera la esencia de su vida, el fútbol.

El eterno líder tiburón y futbolista con más partidos jugados en la historia del balompié colombiano, sigue vivito y contando. Contando el cuento. Ayer se lo relató a EL HERALDO de ‘pe a pa’.