Desde el inicio hasta el final es un festival de remates acrobáticos a media altura. Una oda a la técnica y la habilidad para contorsionar el cuerpo por los aires. El espectáculo parece garantizado. Asombra por lo físico y estético, aunque también por lo extraño que se ve el deporte en estas tierras, tan lejos de las paradisiacas playas de Cobacabana en Río de Janeiro (Brasil), donde nació. Chilenas, medias voleas, patadas descendentes, cabezazos y hasta ‘tapones’ con la planta del pie son el común denominador del futvóley, una fusión entre el voleibol y el fútbol, pero que desde sus inicios se desarrolla en canchas de arena.
Sagradamente Carlos Ruíz, con una malla de voleibol en mano, va todos los domingos a las 7 a.m. al complejo deportivo Carlos Valderrama, ubicado a un costado del estadio Metropolitano Roberto Meléndez. Ahí, con los primeros rayos del sol encima, el joven barranquillero adecúa una cancha de arena de playa para dar rienda suelta a una pasión que aún no comprende porqué no goza de mayor número de participantes, pese a que la capital del Atlántico es una ciudad Caribe, cuna y lugar más que apto para practicar el fútvoley.
'La verdad yo no tenía mucho conocimiento del futvóley. Me enteré más a fondo de lo que era porque lo empecé a practicar en una electiva en la Universidad del Atlántico. Luego de eso me enamoré del deporte, empecé a practicarlo mucho más y a crecer a nivel técnico. Formamos junto con Dilan Valenciano un grupo que se llama Muévete, donde somos seis personas que estamos en búsqueda de seguir creciendo en el deporte. Hemos realizado campeonatos locales y nos ha ido muy bien. Prácticamente nos compramos los trofeos y eso (risas), pero nos ha gustado la experiencia', expresó Ruíz, de 24 años.