En 2018, en una cama de hospital, Chelsea Marie Cabarcas llegó a pensar que el telón de su carrera futbolística se bajaba por completo. Había entrado a una revisión de sus ligamentos, pero cuando despertó se estrelló con una amarga realidad y ante el peor de los pronósticos: le habían operado las dos rodillas y los médicos le comentaron que ya no podría jugar fútbol.
Tras la noticia, el mundo se le vino encima a la mujer de ensortijada cabellera dorada. Entró en shock, le gritó a todo el mundo y perdió la sonrisa que la caracteriza. 'Cuando abrí los ojos y vi que me habían operado la rodilla buena fue muy duro para mí. De la buena sacaron para arreglar la otra, que estaba muy mal', explicó la neoyorquina, de padre cartagenero y de madre dominicana.
Cabarcas, otra vez, estaba ante las cuerdas. En 2015, en un partido universitario en Estados Unidos, sus ligamentos también se dañaron. Tenía claro que salir de ese agujero era un proceso muy doloroso y nadie garantizaba que volvería a pisar una cancha, pero ella decidió hacerlo con una convicción pasmosa y luego de terapia y más terapia, un proceso que hace correr una que otra lágrima, superó sus propios miedos, desacreditó los poco optimistas partes médicos, fue contratada por el Levante de España, recibió el llamado para hacer parte de un micro ciclo de la selección Colombia de Mayores y se puso a punto entrenando con la Roma, en Italia. Una serie de buenas nuevas en medio de un camino sufrido y lleno de obstáculos.
'Para mí lo que me está pasando ahora es muy emocionante. Honestamente yo no veía el día que volvía a jugar. Hice terapia todos los días. Yo lloraba y pasé por un tiempo muy difícil, pero quise mostrarle a la gente que cuando uno se enfoca en una meta, lo puede lograr. Volví mucho más fuerte que antes', explicó la jugada de 28 años en diálogo con EL HERALDO.
Chelsea, que desde los tres años de edad empezó a tomarle el gusto al fútbol, decidió volver a intentarlo, pero esta vez más cerca de sus raíces, de la cultura que le corre por las venas. Más cerca de la champeta, de la salsa, del pescado frito y del coco. Más lejos de la Estatua de la Libertad, del Río Hudson y del balompié norteamericano.
Motivada por Daniela Montoya y otras jugadoras de selección Colombia que hacen parte de Junior, la risueña jugadora se contactó con el cuerpo técnico rojiblanco y, tras pasar una serie de pruebas, se enfundó la camiseta de las Tiburonas.
'Estoy súper orgullosa de vestir la camiseta de Junior. Yo me iba a retirar por cuestiones del fútbol, por lesiones, pero decidí estar en el equipo de mi tierra, de mi costa. Tomé la decisión de venir a Barranquilla y especialmente con un club como el Junior, que es una organización muy poderosa. Muchas de las jugadoras del equipo estuvieron conmigo en la selección Colombia. Cuando supe que Daniela Montoya se iba a quedar yo quise ir a Junior' , dijo la volante creativa o defensa central.
'Tenemos un muy buen equipo este año. Creo que podemos llegar muy lejos. Es muy divertido vernos jugar', agregó.
Debut
Chelsea no se cambia por nadie en 2020. La sonrisa volvió a su rostro haciendo lo que más le gusta y en los últimos días solo ha pensado en el debut de las Tiburonas ante Deportivo Cali, hoy, a partir de las 7:40 p.m., en el estadio Palmaseca.
'Estamos en un grupo muy duro. Cali tiene unas jugadoras que son bien rápidas y sabemos que ellas van a salir con todo. Tenemos que marcarlas muy cerca. Yo estoy que me juego', manifestó en la previa del juego.
Sus gustos. Chelsea asegura que el tiempo que estuvo alejada de las canchas le sirvió para darse cuenta que las carreras futbolísticas son demasiado cortas y, debido a las infortunadas cosas que pasan en el camino, como las lesiones, es necesario sumarse al mundo académico si se desea prosperar en otras áreas.