No desapareció. Hay esperanza. En medio de un mundo repleto de ocios y entretenciones tecnológicas, los juegos tradicionales en la Costa Caribe colombiana como la bola ‘e trapo, trompo, bolita ‘e uñita y chequita, que no se encuentran en la pantalla de un teléfono celular, están en peligro de extinción.
Los niños, adolescentes y jóvenes se sumergen en las aplicaciones de un computador, un televisor o un móvil, y adiós parque, chao cuadra. Nada de correr, de sudar, de contacto personal. No solo por la pandemia. Sentados y aferrados a elementos tecnológicos se les van los días a muchos chicos, sin conocer siquiera alguna vez las actividades que tanto divirtieron a sus padres durante la infancia.
Sin embargo, no todo se ha perdido. En el Barrio Abajo, un popular sector de Barranquilla con sabor a béisbol y Carnaval, un grupo de adultos se esmera por mantener viva una tradición currambera que era muy común en la región hace 30 años, ‘la chequita’. ‘El bate’ y ‘la chequita’ eran la imitación y los comienzos de los jóvenes caribeños en la práctica del béisbol. Dos juegos callejeros con reglas basadas en las de la pelota caliente y que se pueden practicar sin la costosa implementación de la pelota caliente.
‘La chequita’ se juega en un diamante similar al del béisbol, pero de menor proporción. Tiene cuatro bases y consiste en el complejo objetivo de batear una chequita (tapa de bebidas que desechan en las tiendas) con un palo de los que se usan para las escobas y traperos. Si las tapitas tocan tierra, el corredor debe llegar a la primera base antes de que alguno de los seis jugadores defensivos la agarre y levante.
Si la atrapan en el aire es out. Si no supera el cuadro interior, es out. Si el batazo manda la chequita más allá de la zona demarcada, es jonrón. También hay ponches, tres outs para cerrar el turno de bateo cada equipo.