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La organización del Mundial Juvenil de Tenis de Barranquilla no planea perder ni un solo game ante la covid-19. 

El torneo más importante de tenis en el país, y uno de los primeros eventos internacionales en realizarse dentro de Colombia, le abrió la puerta a 120 tenistas de todo el mundo con el objetivo de llevar a cabo el evento con total comodidad bajo la coyuntura en la que se encuentra la humanidad. 

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El campeonato en su versión número 38, que además le dio inicio al cuadro principal ayer, maneja los protocolos de bioseguridad en el Parque Distrital de Raquetas para que el desarrollo de la competición sea un total éxito. 

Entre raquetas, pelotas y bandas elásticas que los deportistas utilizan para sus estiramientos, en el recinto deportivo brillan por su abundante presencia antibacteriales, termómetros digitales, alcohol desinfectante y los mensajes de bioseguridad que le imploran a los presentes mantener un mínimo de dos metros de distancia y siempre —excepto durante el juego— usar tapabocas. 

La entrada al público está prohibida. Un máximo de cuatro reporteros pueden ingresar a cada cancha, mientras que el acceso a los jugadores se restringe. Los entrenadores son los únicos que pueden estar cerca a sus pupilos. 

Para controlar a los presentes, la organización dispuso unos formatos digitales que se deben llenar de manera obligatoria. La toma de temperatura y la firma de un trámite de seguimiento es imprescindible. 

Los competidores buscan cada espacio que les ofrezca el parque para calentar y estirar de forma individual. 

Si bien hay uno que otro anárquico y rebelde de la bioseguridad, la tranquilidad y responsabilidad que se respira entre los tenistas es de solidaridad con el resto de asistentes. 

Dentro de la cancha principal, los encargados manejan cada paquete de bolas por tenista y desinfectan la zona para cada juego. Cada referee y caddie cuenta con un kit de bioseguridad. 

Los entrenadores y padres presentes deben estar separados y, en soledad, celebran los puntos de los tenistas. Las casi 2.000 sillas del estadio se encuentra huérfanas durante el torneo. Los gritos de los jugadores, tras cada punto, representan la única erupción emocional. 

Las medidas de bioseguridad son pertinentes y favorecen la realización del evento. Ante esta dinámica, los tenistas buscan adaptarse lo más rápido posible y sacar su mejor juego. 

La ruptura de la normalidad dentro de la pista a veces le falla a quien por años estuvo acostumbrado a una cotidianidad. 

Entre los aspectos más curiosos se encuentra el nulo contacto físico que los competidores deben tener. Después de cada partido, un leve acercamiento a la red que se combina con un choque de raquetas encarna el antiguo saludo de manos que se solía realizar. Aunque no es lo ideal, los jugadores saben que es lo mejor. 

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