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La escena resultó emotiva, conmovedora. En el largo pasillo que conduce al apartamento 105 del bloque 3B del conjunto residencial Villa Serena, en Soledad, se acabó el silencio. Las trompetas y guitarras de un mariachi irrumpieron en la tranquilidad de la noche y alteraron a todos los vecinos del edificio.

A medida que avanzaba el conjunto musical, las puertas de los otros apartamentos se iban abriendo. Todos, hasta el perro, querían saber lo que estaba pasando. Al llegar al 3B, salió Miladis Zambrano con su rostro bañado en lágrimas, pero sonriente, feliz, dichoso, orgulloso.

En medio del mariachi, Anthony Zambrano, como héroe en el final feliz de una película, surgió con una sonrisa de oreja a oreja y un ramo de flores en las manos para darle un fuerte abrazo a su emocionada progenitora.