La persistencia como estilo de vida. El barranquillero Samuel Seones ya debutó oficialmente en la Liga Profesional de Baloncesto y es una de las caras jóvenes nuevas que buscarán retener el pentacampeonato de los Titanes de Barranquilla para esta temporada 2022-1.
Con solo 20 años, el escolta por fin tiene la dicha de afirmar que disfruta de la oportunidad que tanto estaba buscando. Un contexto que le había sido esquivo. Su transcurrir es como un sueño, aunque su cuerpo ya esté en la realidad. Ahora, mira los partidos al pie del maderamen con mucho menos cabello de lo normal como evidencia de que su temporada de novato ya está en marcha.
Un proyecto de vida que inició no siendo su sueño. El baloncesto lo encontró, aunque no se había dado cuenta que lo tenía a su lado. Su sangre era naranja. Creciendo bajo la batuta de un jugador profesional, lo basquetbolístico estaba casi en su ADN. No obstante, tuvo que recorrer un buen tramo para descubrir su propósito.
Sus padres Esther Echeverría y Ruben Seoanes, un jugador que representó al departamento del Atlántico en diferentes torneos y alcanzó algunas convocatorias en la Selección Colombia, tenían claro que su hijo practicaría el deporte que el mismo escogiese. A su corta edad, eso era una enseñanza de responsabilidad, un ejemplo para su hermano (Salomon Seones) e, indirectamente, una aventura con camino demarcado.
Samuel pasó por todos los deportes. Desde los Tie Break del Tenis hasta las gambetas del Futbol. Incluso, pasando por los prolongados tiempos analíticos en el Ajedrez. No obstante, ninguno de ellos con la misma intensidad y la pasión que le despertaba el baloncesto.
El parque Suri Salcedo era su templo y las cestas su religión. Asistía fielmente todos los días y cuanto más tiempo, mejor. La cancha forjó su carácter. Una tarea que no solo se presentó como un capricho de niño, sino que lo fue acompañando en cada etapa de su crecimiento. La historia de su padre emulada en él.
Las mañanas y las noches eran una sola. Su competitividad era comprobada. Sí perdía un partido, quería volver a intentarlo. Una actitud alérgica al fracaso y adicta al aprendizaje. La escuela Trotamundos con el profesor Marco Tulio Altamar le dio sus bases, y la organización Leones lo desarrolló en lo táctico. Un emparejamiento que le dio las alas para soñar con el profesionalismo.
Tigers, un club de mayores en la ciudad, lo hizo dar un paso adelante. Samuel contaba con la fortuna de entrenar con el que siempre ha sido su ídolo: Gianluca Bacci. Un modelo para él tanto dentro como fuera de la cancha. Exigía comprar el telecable en su hogar solo para verse los partidos del barranquillero en la Liga. Se entristeció en su partir a Italia y gritó en jubilo al verlo campeonar con Titanes. Su admiración es tanta, que actualmente estudia la misma carrera que Bacci alguna vez cursó, Negocios y Finanzas internacionales.
Una de las casualidades más grandes de la vida el que su primera oportunidad en el profesionalismo llegue de la mano del jugador que tanto admiras. No obstante, Titanes no fue su primer intento. En medio de la zozobra que despertaba un virus inesperado, Seoanes gastó sus ahorros viajando a las convocatorias del equipo profesional de Cundinamarca, Cóndores.
Una puerta doblemente cerrada. Con solo 17 años, Samuel no logró quedar en el grupo definitivo en ninguna de las dos ocasiones que se presentó. Para mayor dolor, su apellido siempre era el último en cortarse. Un sentimiento terrible siempre quedar ad portas de cumplir lo que siempre has soñado.
Intentando comprender los designios de su transcurrir en el momento, apostó por buscar su oportunidad en el extranjero. Aplicó para una beca deportiva en Utah, Estados Unidos, donde la universidad cubriría el 80% de sus estudios. Una coyuntura que cualquier persona quisiese para alistar sus maletas. Llegando al final del camino, tuvo que declinar de la opción por no tener la aprobación de su visa.