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La violencia alrededor del fútbol colombiano rueda imparable como un balón. No es raro ver noticias sobre enfrentamientos entre hinchas, agresiones, accidentes en carretera, atracos, heridos o muertos. Actos vandálicos, delictivos y penales aparecen en escena en cada fecha. Algunos con exposición mediática, otros desapercibidos porque ocurren lejos de los estadios.

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El fin de semana anterior no fue la excepción: el partido Tolima-Millonarios se suspendió sin que se pudiera jugar ni un solo minuto. Cuando los equipos ya estaban en el campo de juego del estadio Manuel Murillo Toro, de Ibagué, y el árbitro Wílmar Roldán se alistaba para dar el pitazo inicial, un fanático del Deportes Tolima, Alejandro Montenegro, invadió el terreno de juego y golpeó al volante azul Daniel Cataño, quien se encontraba de espaldas.

Cataño, que pasó por el conjunto vinotinto, cayó en el gramado, se levantó y respondió a la agresión antes de que la Policía detuviera al individuo y lo judicializara.

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Afortunadamente contra el jugador no hubo armas corto punzantes y solo recibió un impacto en la nuca y espalda, pero en las calles de Tolú, Sucre, la cuestión fue más trágica. Un muerto y cerca de 30 heridos fue el saldo de un enfrentamiento entre habitantes del municipio costero y barristas del Atlético Bucaramanga que habían estado acompañando al cuadro leopardo en el partido que empató 1-1 ante Jaguares, el viernes anterior en Montería.

Rafael Baldovino, de 35 años de edad, oriundo de Tolú, perdió la vida en este nuevo capítulo de sangre que termina manchando al balompié nacional, al deporte y a la sociedad en general.

El ex ministro de Deporte, Ernesto Lucena, actual delegado para asuntos deportivos de la Defensoría del Pueblo, aseguró que la problemática de barras lejos de los escenarios deportivos es así de terrible como se presentó en territorio toludeño.

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'La problemática de violencia en el fútbol fuera de los estadios es bastante grave. Primero quiero exaltar la labor del barrismo social por fuera de los estadios, trabajan con sus comunidades en diferentes proyectos de emprendimiento, pedagógicos o culturales, sin embargo, más allá de ese trabajo, sí se está viendo que en algunos casos se presentan las fronteras invisibles, mensajes intimidatorios a través de redes y agresiones por fuera de los estadios, incluso en días en los que no hay partidos. Por eso una cosa es el barrismo social y otra un grupo de delincuentes que quieren usar la hinchada cobijándose en una camiseta para cometer actos delictivos. Hay delincuentes que están utilizando a niños y miembros de las barras. Eso trasciende el tema deportivo, se nos vuelve un tema de seguridad pública en el que tenemos que trabajar', comentó Lucena en diálogo con EL HERALDO.