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Como si se tratase de su salón de clases, o incluso de su propia casa, Daniela Moscote entra y sale del gimnasio. Conoce cada rincón del lugar, cada elemento, y no es para menos, allí pasa la mayor parte de su tiempo libre con un único objetivo: convertirse en una gran gimnasta.

La edad de 6 años, es uno de los retos a los que todo padre se debe enfrentar, pues es una importante etapa de transición que conlleva toda una serie de reacciones fisiológicas y psíquicas en la que los niños se muestran muy inquietos y traviesos. Sin embargo, el comportamiento de Daniela era notablemente diferente al de los demás niños de su edad.

Desde muy pequeña se caracterizó por ser una niña inquieta a la que le gustaba brincar y treparse en todas partes, comportamiento que en más de una ocasión, la puso en peligro. Fue entonces cuando Claudia Quijano, su madre, con la sospecha de que su pequeña era hiperactiva, decidió buscar una actividad que le ayudara a canalizar esa conducta impulsiva que tanto le preocupaba.

Daniela tenía un talento y Claudia lo sabía, pues no era ajena a la flexibilidad que demostraba en cada uno esos movimientos que tanto le asustaban, y así, convencida de que el ballet sería perfecto para mantener ocupada a su intrépida hija, decidió inscribirla en una academia.