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Nuestra selección Colombia ha sabido enamorarnos. Poco a poco se nos fue metiendo en el alma y el corazón. Veníamos de una decepción muy grande por no haber clasificado al mundial de Catar, después de una serie de malas decisiones y de conflictos internos entre directivos, entrenadores y jugadores. Pero cuando se trata de nuestra selección Colombia siempre regresamos con más ganas y más pasión. Así ha vuelto a ocurrir. Sucedió de nuevo el milagro: volvimos a soñar, a creer, a confiar. Renació la ilusión.

(“Yo le obedezco al Papa en todo, pero no en fútbol”: padre Diego Jaramillo)

Hoy a las 7 de la noche seremos 50 millones de colombianos fervorosos acompañando a nuestros gladiadores. Estaremos a su lado, disputando cada pelota, rechazando cada centro y festejando cada gol. Hoy no son 11 futbolistas los que juegan en el Hard Rock Stadium de Miami frente a la poderosa Argentina de Messi y Di María, consentida de la FIFA y la Conmebol. Hoy juega Colombia entera, como en los viejos tiempos. Hoy esa bandera tricolor nos arropa, nos cubre y nos protege. En esa bandera tricolor cabemos todos, sin distingos de raza, color o ideología. Nuestra bandera no levanta muros ideológicos, ni partidistas. Todo lo contrario: abre caminos y muestra destinos.

(¿Qué hacían los actuales jugadores de la Selección en el título de 2001?)

¿Por qué nos enamoramos de nuevo de nuestra Selección? ¿Por qué renació la esperanza? Porque, como sucede con aquellos novios despechados, que todos los días suspiramos por la novia que se fue, solo estábamos esperando una señal. Y la señal llegó con los primeros partidos en el Metropolitano Roberto Meléndez de Barranquilla –la casa acogedora de siempre– donde el pundonor de los muchachos, su disciplina táctica y su entrega total, nos empezó a emocionar de nuevo. Hasta derrotamos en Barranquilla a la “inderrotable” Brasil. Hoy somos terceros en la eliminatoria al Mundial del 2026.

(“Hay que dar la mejor versión del equipo para poder ganarle a Argentina”)

A Estados Unidos a disputar la Copa América llegamos con un rótulo que hacía mucho tiempo no teníamos: favoritos, al lado de Argentina de Messi y Brasil de Vinicius. Llegamos invictos y esta noche jugaremos la final ante Argentina, después de 28 partidos sin perder.

(Final Copa América: se encienden las pantallas gigantes en el Atlántico)

La Selección nos enamoró de nuevo porque Néstor Lorenzo –alumno silencioso y aventajado de José Pékerman, el sabio gaucho– nos habló con humildad y desde su corazón. “La selección Colombia somos todos”, nos dijo con su voz serena y apagada. Y –en efecto– hoy somos todos la Selección. Tenía razón Néstor Lorenzo. Veamos, ¿por qué renació la ilusión?