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Faltó la cuota de jerarquía y lucidez. La selección Colombia no ahorró esfuerzo ni sudor, dio todo físicamente por el triunfo y la gloria, pero careció de inspiración en la ofensiva y sucumbió ante la campeona del mundo, Argentina, que sacó su casta y se quedó con el título de la Copa América 2024 al imponerse 1-0 con un gol de Lautaro Martínez, en el alargue (minuto 111).  

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De nada sirvió que los colombianos fueran mayoría en el estadio Hard Rock Stadium, de Miami, Florida (Estados Unidos), donde se presentaron unos graves desórdenes en el ingreso de los aficionados de ambos equipos que obligaron el retraso del partido una hora y 20 minutos.

Argentina pretendió tirarle la camiseta y la historia a Colombia en los primeros minutos. Salió decidida a imponer condiciones, a hacer valer su condición de campeón de América y del mundo. 

Con esa fuerza y determinación, hilvanó un acercamiento en los 60 segundos iniciales, pero Julián Álvarez remató de forma desatinada. 

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Solo fue un arranque prometedor. Nada más se extendió por cinco minutos. A partir de ahí, Colombia se acomodó en el terreno de juego y comenzó acercarse con peligro a la terraza del ‘Dibu’ Martínez.

Luis Díaz, con un remate rasante; Jhon Córdoba, con tiro de media vuelta que pegó en el palo, luego de una buena tocata, y Jefferson Lerma, con un riflazo que Martínez sacó con la punta de sus dedos, fueron las aproximaciones con más riesgo.    

Colombia se apoderó de la pelota y comenzó a circularla por todos los lados de la cancha, aunque profundizaba más por el costado de Santiago Arias y Richard Ríos. El lateral derecho apareció picando libre, mientras el volante explotaba su habilidad de futsal para encarar y propiciar acciones de ataque.  

Había buena recuperación tras pérdida. La presión de los nuestros incomodaba y acosaba a los albicelestes. Jhon Córdoba y Jhon Arias recuperaron varias pelotas en esa misión de ahogar y morder. Tal fue la intensidad y el acorralamiento que Argentina empezó a sacar en largo para no arriesgar más pelotas cerca de su área.

No obstante, cuando levantaban la pelota, Julián Álvarez no ganaba ni media, Dávinson Sánchez, Carlos Cuesta y Jefferson Lerma sacaban la cara y ponían orden.     

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Aparte, los dirigidos por Lionel Scaloni entendieron que no hallaban el balón y la manera de escapar de los primeros anillos de la asfixiante marca, y empezaron a enfriar el juego tirándose ante cualquier contacto y quemando tiempo. 

El ejemplo claro de eso fue Lionel Messi. Terminó fuera de la cancha tras una lucha con Santiago Arias por una pelota, y descaradamente, dando vueltas por el supuesto dolor, volvió a entrar para que lo atendieran adentro y lograra la misión de ponerle ‘hielo’ al compromiso.

A pesar del tiempo que se perdió en esa atención a Messi, y en otra situación similar exagerada por Lisandro Martínez, el árbitro brasileño Raphael Claus (Brasil) solo adicionó un minuto. Increíble.

Messi apareció en esa escena y en un remate que murió manso en los guantes de Vargas, tras una aislada escapada y asistencia de Tagliafico.

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En el segundo tiempo, Colombia empezó rozando el gol en un zapatazo cruzado y abajo de Santiago Arias, pero después perdió el control del partido. Argentina hizo ajustes y el duelo se hizo más parejo. 

Di María, que jugaba su último partido vestido de albiceleste, creció en su juego y apareció con más asiduidad provocando situaciones ofensivas.

Pero hubo una cuestión que parecía perjudicial para Argentina y terminó favoreciéndola: la salida de Lionel Messi. El crack rosarino caminaba la cancha y aparecía poco. Su lesión lucía como una preocupación menos para los nuestros, pero el ingreso de Nicolás González, un hombre con ida y vuelta, fortaleció al conjunto gaucho.

González fue una cuota más de sacrificio para luchar por el balón, y protagonizó varias jugadas de gol, en una de ellas Camilo Vargas ahogó el grito adversario casi en la raya.

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La realidad es que Argentina remató mejor el segundo período. Luis Díaz y James Rodríguez estuvieron extraviados. Argentina los bloqueó. El guajiro cambio de costado varias veces, pero nada le salió. No fluyó la inspiración.  

En medio de ese panorama en el que ya Colombia era inofensiva y Argentina había ganado confianza, a Néstor Lorenzo le tocó meter mano de cara al alargue. Apeló a su banco de emergentes, pero no halló los mejores resultados.

Primero apostó por Rafael Santos Borré y Kevin Castaño en lugar de Córdoba y no tuvo suerte. El primero no se notó, mientras que el segundo entró errático y sin temple. Sacó a James para darle lugar a Juan Fernando Quintero y aquí se encontró magia, pero no la suficiente para culminar estremeciendo la red rival. 

Quintero hizo un par de jugadas brillantes en las que mostró su enorme calidad, pero en la primera no pudo redondear el remate, y en la segunda Luis Díaz eligió una equivocada resolución. 

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El cotejo era parejo. En el segundo período del alargue, Lorenzo se la jugó con Matheus Uribe, Jorge Carrascal y Miguel Borja en lugar de Lerma, Jhon Arias y Díaz. 

El cartagenero y el cordobés se combinaron de buena forma en una acción en la que Lisandro Martínez, de gran trabajo defensivo, alcanzó a poner su guayo para cambiarle la dirección al remate de Borja.

A los 111, Cuando estaba por verse si los cambios surtían o no un efecto positivo, Lautaro Martínez superó a Cuesta, y fue más efectivo que nunca. Definió certero ante Camilo Vargas, que abrió las manos cuando salía tratar de achicar. 

Un gol letal del que Colombia no alcanzó a reponerse. Los argentinos, con su habitual astucia y recorrido, con la seguridad del ‘Dibu’ Martínez, metieron el resultado en el congelador y se coronaron campeones por segundo torneo consecutivo, por decimosexta vez en su historia.

Vivimos días felices durante el torneo, Lorenzo y sus muchachos enamoraron al país y lo ilusionaron con el trofeo de campeón hasta que Lautaro arruinó la fiesta. Fue un idilio sin final feliz.