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Ya pasaron 31 años, pero Iván René Valenciano tiene los recuerdos frescos. ‘El Bombardero’ no se olvida de aquella tarde del 15 de agosto de 1993 en la que un golazo suyo abrió el camino del triunfo 2-1 de la selección Colombia frente a Argentina, en la Eliminatoria al Mundial Estados Unidos-1994.

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La anotación, a los 2 minutos de juego, cuando los albicelestes apenas se acomodaban al gramado y al calor de Barranquilla, fue un fuerte golpe para los argentinos y le quitó un peso de encima a Valenciano, que por esos días era exigido en la titular por todos sus coterráneos.

Encabezada por Édgar Perea Arias (q.e.p.d.), el célebre narrador y comentarista deportivo, la Costa Caribe colombiana criticaba al cuerpo técnico, Francisco Maturana y ‘Bolillo’ Gómez, y se le pedía que Valenciano y Adolfo Valencia fuesen los titulares de ese compromiso al que ‘la Albiceleste’ llegaba con un invicto de 33 jornadas.

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La voz del pueblo fue escuchada y Valenciano, que todo lo que tocaba en Junior lo convertía en gol, y ‘el Tren’ Valencia (a los 52 minutos) no defraudaron. Los tantos de ambos llevaron a los nuestros a una emocionante victoria. Ramón Medina Abello, a los 87, descontó para los visitantes.

Pero antes der toda esa fiesta repleta de júbilo y orgullo patrio, pasó algo que estuvo a punto de dejar a Valenciano sin la confianza que le permitió enganchar con derecha y acomodar de zurda el balón en el fondo de las piolas.

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“Se me perdió la estampita del Divino Niño que yo siempre me ponía detrás de las espinilleras. Yo dije: ‘no juego sin esa estampita’. Las empecé a buscar como loco y no las encontraba”, recuerda Valenciano en diálogo con EL HERALDO.

En el más reciente partido de Junior antes de la convocatoria, Valenciano había marcado dos goles y al retirarse el uniforme se le olvidó sacar la estampita de las medias. Los encargados de la utilería en el club no alcanzaron a rescatársela y llevaron las prendas a la lavandería, como de costumbre.

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“Me tocó salir (previo al partido) y decirle a mi mamá que alguien la llevara a la casa en Simón Bolívar (el barrio) porque yo tenía allá dos estampitas, que me las fueran a buscar. Yo le repetía: sin esa estampita no juego. Hasta que no llegaron con las estampitas, no me terminé de cambiar. Fue un lío para que mi mamá volviera a entrar otra vez al estadio. Me tocó salir y todo para hacerlos entrar. Mi mamá fue con un primo. Yo creo que si no hubieran llegado esas estampitas, no hubiera hecho el gol”, comenta Iván René, que ese día, no tiene claro por qué motivo, le quitaron el número ‘9’ que venía luciendo en su dorsal, “para dárselo a Víctor Aristizábal”, y le dieron el ‘7’.

Su incomparable capacidad anotadora no dependía de un número o un papel con una imagen religiosa, pero sí su confianza. Creía en eso, le daba seguridad. Sucede con cuestiones de este tipo o con las famosas cábalas que tanto se ven en el mundo del fútbol.