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Decían los abuelos que no hay mal que por bien no venga. El tema James Rodríguez sirvió para reconfirmar la vida caótica que como futbolista ha llevado. Pero también, para que el país futbolero hubiera conocido, con esta experiencia, aquello que siempre he comentado: que Fuad Char y su familia son primero hinchas y luego dueños del Junior de Barranquilla.

Una cosa va de ser propietario de un equipo de fútbol, visto como una inversión, a ser dueño del Junior como una pasión, muchas veces desbordada por el sentimiento.

Pasión que no ahorra dinero para montar, cada seis meses, el mejor equipo. A veces pasa y Junior es campeón. A veces no pasa y queda la decisión de rearmarse para la siguiente Liga.

Después de ser dueño y meterle dinero al Junior, por espacio de 52 años, está claro que Fuad sabe, en el fútbol, donde ponen las garzas. Y es un ganador en su vida personal, empresarial y deportiva. Es el dueño que más estrellas ha ganado con 10, más dos Copas y dos Superligas.

A veces le han metido golazos como el de Matías Fernández, o ‘el Mudo’ Rodríguez, devenido a Pastor Evangélico (si devuelve el dinero que dijo haber robado al Junior, le creeré), o Juan Fernando Quintero y ahora James Rodríguez.

Siempre he pensado que el gran objetivo del ser humano es dejar buenos recuerdos. En el caso de James, después del buen recuerdo del Mundial de Brasil, nada bueno habrá que recordar más que problemas con los equipos, con los técnicos, con los camerinos.

Por eso nunca creí que ese acuerdo con Junior llegaría a buen puerto. Que lo utilizó como ‘gancho ciego’ para viabilizar el negocio con León, equipo del cual se irá peleado con su técnico más temprano que tarde.

Le escribí al DT Farías: con el tiempo te darás cuenta que, lo que acaba de pasar, era lo mejor para tu trabajo y la cohesión del grupo.

Fuad Char y el Junior se han salvado de semejante problema costoso, enredado, lleno de pataletas y caprichos. Es que no hay nada, por encima del Junior…