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No se preocupen, el grandesligas Gustavo Campero pronto les va a contestar a todo lo que le han escrito en redes sociales, es que el buen hijo del corregimiento de Nuevo Agrado, jurisdicción de San Antero, todavía no ha leído ni un solo mensaje, ni visto las felicitaciones que le han llovido en redes sociales.

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El colombiano número 33 en jugar en la ‘Gran Carpa’ está sumamente concentrado en rendir, dar lo mejor de sí y convertirse en un jugador de todos los días con los Angelinos de Anaheim, la novena que lo puso a debutar ante los Astros de Houston el pasado domingo.

“Desde ayer cerré redes sociales. Estoy concentrado en esto, este es el momento más importante de mi vida”, contó desde el hotel donde está hospedado en Anaheim Gustavo Campero.

Su vida le cambió desde el sábado al mediodía, cuando su celular sonó, literalmente, con la llamada Grandes Ligas.

“El sábado me llamó el mánager del equipo de triple A, a eso del mediodía, para darme la noticia, me dijo que dónde me encontraba y me dijo: ‘¿Estas sentado?’, le respondí que sí claro y ya yo tenía el presentimiento, empecé a sonreír y me lo dijo: ‘te llamaron al equipo de Grandes Ligas’ y ya automático llamo a mi familia y ahí comienzo el tema de cuadrar el volar y eso para llegar a Anaheim”, dice todavía atónito al otro lado de la llamada por celular.

La noticia por la que tanto trabajó, sí, lo alegró. Pero, no lo sorprendió. Gustavo sabía muy bien la labor sensacional que estaba haciendo en las menores.

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“El trabajo que estaba haciendo y como estaban las cosas en Grandes Ligas me daba para pensar que era posible. Una va viendo y se va imaginando como puede ser las cosas”, señaló.

En 12 juegos con los Salt Lake Bees bateó para .293 con 12 imparables, dos de ellos dobles y tres carreras empujadas y siete anotadas para un OPS de .737.

Esa mentalidad ganadora fue la que lo hizo enfundarse el uniforme con el número #51 y ponerse rápidamente en actitud de producir para sus nuevos jefes.

“Traté de sentir eso, sentir que estoy aquí. Pero de una vez reaccioné y dije: ‘estoy aquí y voy a empezar a trabajar’. Ese el pensamiento”, indicó.

De un momento a otro se vio con jugadores de la talla del gran Mike Trout, pero con muchas otras caras familiares como el cartagenero Guillermo Zúñiga, recientemente activado para jugar con Angelinos.

“Es estar entre grandes jugadores. Desde un principio todos mis compañeros felicitándome por el logro, por haber dado este paso. De igual forma hay muchos compañeros que tuvimos en Triple A y en Spring Training y ellos ya saben quién soy. También con Guillermo compartimos en triple A”, recordó.

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Pero el mayor momento emoción para Campero llegó en el octavo episodio, cuando bateó su primera bola en Grandes Ligas, quiso el destino, que fuera directo a las manos del que fuese su ídolo e inspiración cuando apenas firmaba su primer contrato con la organización, el venezolano José Altuve.

Shohei Ohtani lo dijo cuándo se enfrentó contra Estados Unidos, y eso a mí también me impactó: dejar de admirarlos (a los peloteros) y sentir que ahora son la competencia. Obviamente ver a Altuve en la segunda base… cuando firmé él era uno de mis jugadores referentes… no lo pude saludar ni nada por estilo, pero es algo gratificante estar en el mismo estadio con él”, dijo con orgullo.

La chance para comenzar a producir y justificar le llegó rápidamente, en el noveno acto. Y no se la rifó a la suerte, jugó pelota, con las bases llenas y perdiendo 6-0.

“Estábamos perdiendo por cinco carreras, el pitcher estaba lanzando bolas y yo estaba visualizando qué iba a producir, yo no era la carrera del empate, por un palo (jonrón) que yo diera, no se iba a empatar. Yo ya llevaba el plan de dejarlo lanzar y darle un strike para que siguiera rondando el bateo, la presión era de ellos”, ilustró.

Sin embargo, le tocó medirse a quizás a uno de los mejores lanzadores de la escuadra texana, hizo el ajuste rápido.

“A mí me traen a (Josh) Halder que es el cerrador de ellos, pero yo fui con el mismo plan, a pesar de que iba a enfrentan a un pitcher de calidad. Yo me pasé a batear a la derecha, me colocó el primer strike y después me puse listo muy temprano: me atacó de nuevo con la recta y puse la pelota en juego”, destacó.

Con esa roleta movida a la inicial, trajo una y de esa manera empujó su primera carrera en las Grandes Ligas, haciendo el trabajo, por más que él mismo haya sido puesto fuera de circulación.

Pese a  la felicitación del veterano Ron Washington, su piloto en el equipo, dice que eso no significa nada para su futuro a corto plazo dentro del equipo.

“No lo sé. Ya son cuestiones de ellos, yo voy a día a día. Al final lo que yo haga es lo que va a mantener”, insistió.

Lo que sí es cierto es que sus planes para fin de año cambiaron, pese a que el año pasado jugó en los Venados de Mazatlán, y antes de eso había sido campeón en Colombia con los Caimanes de Barranquilla, y aunque  este año podría actuar en los Bravos de Margarita de Venezuela, dijo que todo esto modifica su visión.

“Ya esto cambia el panorama. Ahora mismo el enfoque es juego de hoy, el día a día y poder hacer un impacto en el equipo. Sí quiero jugar en el invierno, pero ya posiblemente tendría que analizar qué será lo mejor. Lo más importante es el hoy”.

A su tierra le dedicó unas palabras, esa en San Antero, cerca de la playa de arena blanca Bahía de Cispatá, en el corregimiento de Nuevo Agrado, de gente humilde donde él creo un club deportivo que sostiene de su bolsillo hace muchos años, los Atletas, conformado por niños y niñas de bajos recursos.

“Que disfruten esta bendición como yo la estoy disfrutando. Ellos conocen mi historia, desde que nací. Y el estar acá ahora mismo, en el mejor béisbol del mundo, un niño que nació con sus sueños en Nuevo Agrado, es para hacerles saber que sí se puede a esos niños que están en el club Atletas, decirles que sí se puede, con sacrificio y disciplina. Dios las cosas las va colando a su tiempo”, cerró.