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Esta no es la típica historia del deportista que nació sin recursos y que le tocó sacrificarse desde niño para conseguir la gloria. Pero pese a estar rodeada de comodidades, esta chica también tenía esa hambre de triunfo que caracteriza a cualquier atleta que quiere estar en la cima. Mariana Pajón Londoño nació en Medellín, el 10 de octubre de 1991 y desde niña se acostumbró a ser una ganadora. Pasó su infancia en el barrio El Poblado, cerca de la Clínica Medellín.

La doble medallista dorada de Colombia ganó su primer título a los cuatros años con una bicicleta rosada, con calcomanías de Barbie. Desde entonces comenzó a construir un camino lleno de éxitos, en donde algunas lesiones se atravesaron en su camino.

En la familia Pajón Londoño el deporte corre por la sangre. Su padre Carlos Mario Pajón, es un corredor de automóviles, y su hermano Miguel, un prometedor corredor de karts. Mariana le fue tomando mayor amor a su caballito de acero y así fue relacionándose con las pistas de bicicros. A los seis años ya Mariana volaba y comenzaba a generar grandes comentarios.

La ambición de esta chica era grande, quería ser la mejor de su disciplina por eso a los 11 años partió Estados Unidos para codearse con los mejores. Fue contratada por equipo de Dan’s Competition, una tienda de productos BMX, que la fichó para competir en la Florida. Allá ganó más títulos, aprendió inglés y cursó quinto de primaria y sexto de bachillerato.

De regreso a Medellín se dedicó al estudio mientras entrenaba, y tuvo que pedir varios permisos o presentar exámenes fuera del calendario para poder participar en las competencias nacionales e internacionales.

Después de ganar títulos locales, departamentales y nacionales comenzó a vencer a sus oponentes en Juegos Bolivarianos, Centroamericanos y del Caribe, campeonatos panamericanos, y de Estados Unidos.

Fue en el continente asiático donde la carrera de Mariana Pajón explotó. En Taiwan, a los 17 años, ganó su primer campeonato mundial en la categoría Junior Cruiser Femenina. Debido a la agresividad que mostró en la pista se ganó el apodo ‘Hormiga atómica’.

En Londres-2012 le demostró al mundo de qué estaba hecha, con la potencia de sus piernas pedaleó fuerte y cruzó la meta en el primer lugar. El favoritismo con el que llegó a los Olímpicos de Río de Janeiro no la perjudicó, por el contrario, le entregó mayor responsabilidad para volver a demostrar que es la reina del bicicrós. 'Soy mi propia referencia', le dijo a EL HERALDO hace un par de años.

El francés Vincent Pelluard, también bicicrosista, se ganó el corazón de Mariana. En 2013 sorprendió a todos con las fotos que publicó en sus redes sociales con su novio. Cuando llegue la hora de retirarse, Mariana quiere seguir en otra carrera, la medicina.