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No era muy alto para ser defensa. Pero su fuerza, su estado físico y su velocidad contrarrestaban la falta de estatura. Era guapo, guerrero, luchador y difícil para que lo pasaran.

Arturo Rafael Segovia Pacheco perteneció a esa generación de jugadores rudos pero técnicos, junto a otros como Hermenegildo Segrera, Dulio Miranda, Gabriel Berdugo, Jesús Toto Rubio y José Boricua Zárate, esos gladiadores que eran rocas y que su patada más bajita —como se dice en el fútbol—, ‘la ponían en la nuca’.

Apodado El Brujo por el narrador Armando Moncada Campuzano, por su facilidad de adivinar marcadores de partidos, o El Oso, por tener el cuello corto y ser ancho de espalda, fue un virtuoso jugador del Tolima, Junior, América, Millonarios y la Selección Colombia.

Nacido hace 73 años en Soledad, Atlántico, se quedó a vivir en Bogotá tras su retiro con Millonarios. Arturo Segovia habló con EL HERALDO y recordó su época como jugador Tiburón.