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Medias abajo y cabeza levantada. Desparpajo y concentración. Sacrificio y calidad. Overol y frac. Obrero y artista. Carlos Ischia tenía la agresividad de un león para recuperar el balón y elegancia de un cisne para conducirlo.

Era el jugador que todo hincha quiere ver en su equipo. En sus dos ciclos como volante de Junior (1984-1985 y 1987-1988) sudó la camiseta con su garra y la enalteció con su clase. Aunque no pudo bordarle una estrella, dejó su estela de crack en Barranquilla.

Ya como entrenador, en el segundo semestre de 2005, luego de haber ganado de todo como asistente de Carlos Bianchi en Vélez Sarsfield y Boca Juniors, tuvo un sonado, pero fugaz regreso a la casa rojiblanca.

Ahora, que se desempeña como timonel del Aucas de Ecuador con 60 años de edad, EL HERALDO lo contactó.

¿Cómo le va en el Aucas?

Este equipo tenía ocho años sin jugar en primera división. En 2014 ganó el ascenso, en 2015 le fue muy mal en los primeros seis meses. Cuando llegué estaba último, peleando por evitar el descenso, y logramos salvarlo. Aparte logramos clasificarlo a la Copa Sudamericana de este año. Me siento cómodo aquí.

No tiene títulos con Junior, pero la afición lo conserva en la galería de ídolos…

¿Cómo que no tengo títulos? (Risas). En el 85 ganamos el Torneo de la Paz, de seis meses. Ahora, actualmente daría un título.

Lamentablemente en esa época no significaba estrella en el escudo…

Aquella vez hasta dimos vuelta olímpica y todo.

¿Quedó la espinita de no haber podido bordar la estrellita?

Lógico. La tuve con el América y no la pude tener con Junior.

De todas formas la gente lo recuerda con gratitud…

Sí, así es. La última vez que estuve en Barranquilla fue en 2012. Luego fui a Cartagena a visitar a una ahijada que tengo allá. Me recuerdan con mucho cariño. Tengo muchos amigos allá.

¿Cuál es su principal recuerdo sobre Junior?

Mi llegada. Barranquilla era una ciudad que no conocía y hacía mucho calor, lo cual me gustaba. De entrada me fue bien. A la gente le gustaba mucho mi entrega y forma de jugar. Los dos primeros años fueron buenísimos. En el 84 llegamos al octogonal peleando hasta el final. En el 85 ganamos ese torneo a mitad de año que no sirvió para nada porque no daba estrella. Luego, tenía un año más de contrato, pero el club decidió aceptar una oferta de América. Me fui en el 86 y volví después, en el 87, por dos años más.

¿Cómo considera los dos ciclos?

Todo mi paso por Junior fue muy bueno, salvo parte del último año en el cual me empezaron a aparecer las lesiones y unos problemas de salud no relacionados con el fútbol. Mi último año, el 88, fue el peor de todos. Tengo un recuerdo muy lindo de Junior, de la afición y los compañeros. Barranquilla fue mi segunda ciudad.

¿Cómo tomó la afición su paso al América?

Yo no viví la reacción porque de Buenos Aires pasé a Cali. Tres días antes de regresar a Barranquilla, unos periodistas caleños me llamaron para anunciarme que llegaba al América. ¿Cómo así? No sabía. No me habían podido avisar. Antonio Char me confirmó que sí era verdad. Allá en América me fue muy bien, el diario El Tiempo me declaró el mejor jugador de ese año. Además, anoté el gol que le dio el título en el clásico ante Deportivo Cali.

¿Qué les hizo falta a los Junior que usted integró para ser campeones? ¿Influyeron los arbitrajes como afirman muchos?

Pudo haber algo de eso, sin ningún tipo de dudas. Una vez de visitante ante Cali perdimos 1-0 con un penal muy dudoso. Pero tampoco hay que decir que perdimos los campeonatos porque los árbitros nos perjudicaron.

Junior traía muchas figuras extranjeras en aquellos tiempos…

En el 84, que fue mi primer año, estaban Edgardo Bauza, Omar Alfredo Galván y al arquero Estaban Pogany. En 1985 estuve con Óscar Quiroga, Bauza y Roberto Gasparini. En el 87 estaban Lorenzo Carrabs, José Daniel 'el Bocha' Ponce y Wálter Fiore, que comenzó jugando muy bien y después se lesionó. Lamentablemente nos privamos de ese delantero tan importante. En el 88 jugué con Juan José Meza, 'el Chino' Benítez y 'Toti' Iglesias.

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¿No le tocó jugar con el peruano Julio César Uribe?

No. Cuando Junior trae a Uribe, yo me voy al América, y cuando él va al América, yo regresé al Junior.

Usted es de los futbolistas de Junior que jugó en el Romelio Martínez y en el Metropolitano…

Así es. Cuando volví ya el equipo jugaba en el Metropolitano. El Romelio tenía su encanto. Ahí jugábamos y entrenábamos. Era algo muy querido. Siempre se llenaba.

¿Cuál fue el jugador colombiano que más lo impresionó?

Muchos. Siempre me sorprendió, y tuve la oportunidad de ser compañero de él en América, fue Willington Ortiz. También era excepcional Carlos Valderrama. Esos dos fueron lo máximo. En Junior tuve jugadores de gran calidad como Alexis Mendoza, Carlos Araújo, Didí Valderrama, Juan Carlos Abello y Mario Coll. Wilson Pérez es otro. Recuerdo que Saporiti lo puso a debutar con 17 o 18 años. Todos decían que Saporiti estaba loco, pero demostró que era una estrella. Ya después de muchos años dirigí en Boca a Óscar Córdoba, 'Chicho' Serna, Jorge Bermúdez, Fabián Vargas. Hay muchos nombres.

¿Se comunica con alguno de sus excompañeros en Junior?

Con Juan Carlos Abello me escribo constantemente. Con Didí y Lucho Grau a veces por redes sociales.

En aquel Junior a usted le llamaban Larry, el personaje de 'Los tres chiflados'…

(Risas) Abello fue el que me puso ese apodo. Todavía me escribe y me llama así. Yo le decía 'El Enano maldito'. Era un loco feliz, con buena onda. Tuve grandes compañeros. 'Los tres chiflados' éramos Abello, Mario Coll y yo, Larry (risas).

¿Cuál fue su mejor partido en Junior?

Me acuerdo uno que le ganamos al América 4-1 en la Copa Libertadores de 1984. También otro en 1987 contra Nacional, que traía la base de la Selección Colombia. Les ganamos 4-0 y yo hice un gol gambeteando a dos y en mano a mano con René Higuita. Didí Valderrama anotó dos goles ese día.

Cuentan que usted era el típico volante ocho: con sacrificio para recuperar y clase para conducir…

Lo que pasa es que yo me acostumbré a jugar en las distintas posiciones del mediocampo. Mi puesto original era 8, que en esa época era el volante mixto. Yo me acostumbré a jugar por derecha, pero después también jugué por izquierda y de enganche. Yo tenía mucha resistencia. Me decían que yo corría tanto a propósito para poner en ridículo a mis compañeros.

¿Cuál es el jugador de la actualidad más parecido a usted?

No es fácil compararse. A veces, cuando miro al Barcelona, encuentro a Rakitic, el volante que llega y hace goles, pero aparte tiene sacrificio. Ese más o menos era mi estilo.

Dicen que usted era un jugador muy fino en su técnica…

Es que yo estaba acostumbrado a jugar de volante ofensivo. En www.youtube.com, todavía se encuentra un partido amistoso que yo jugué para la Selección Argentina en Viena. Le ganamos a una sensacional Austria 5-1. El quinto gol, que fue el tercero anotado por Maradona, es una jugada mía. Ahí se demuestra cómo era yo técnicamente.

¿Por qué no tuvo más oportunidades en la Selección?

Después de esa gira en la que me había ido bien, sufrí una lesión en la rodilla. En esa época las rehabilitaciones eran lentas y me perdí casi cuatro meses sin jugar. No pude ir al Mundialito que se hizo en Uruguay a principios del 81. Después, cuando me iban a convocar de nuevo, me volví a lesionar. Tuve mala suerte. Para el Mundial de 1986 muchos dijeron que debía ir, pero el técnico era Bilardo y no era de su gusto futbolístico.

Si usted jugara hoy en día, Junior no lo podría contratar…

A mí y a muchos. Las cifras de hoy son astronómicas, increíbles. Cuando Junior me compró solo pagó 200 mil dólares. Hoy en día tienes que ser muy malo para valer 200 mil dólares. En esa época era muchísimo dinero.

¿Cómo ha visto a Alexis Mendoza como DT de Junior?

Me parece muy bien. Lo conozco, fue mi compañero un par de años. Tiene una gran preparación. Siempre fue un jugador inteligente, con muy buenas indicaciones a sus compañeros, con orden, temperamento, muy educado, responsable y profesional. Es lindo que alguien que salió de Junior sea su técnico. ¿Quién quita que dentro de poco esté dirigiendo la Selección Colombia?

'LAS CULEBRAS SALÍAN TODOS LOS DÍAS'

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No es fácil ser técnico de Junior, usted lo vivió y decidió marcharse en medio del torneo del segundo semestre de 2005, cuando el equipo marchaba sexto…

Sí. Lo que pasa es que en esa época había empezado mi carrera como entrenador (independiente), primero en Vélez, después en Gimnasia y luego al Junior. Hoy en día manejaría la situación en Junior de otra manera, en ese momento fui muy impulsivo. La decisión de irme no fue por el tema deportivo ni por el económico. Yo veía que Junior tenía una gran posibilidad en Sudamérica de instalarse como uno de los equipos realmente importantes porque la gente que lo conducía tenía claras las cosas, eran muy responsables, jamás me quedaron debiendo un peso. Yo veía que Junior se podía engrandecer mucho más: mejorar las instalaciones y un montón de cosas. En ese momento no estaban para eso y a mí no me gustó. Por eso decidí irme. Con los años he recapacitado y pienso que fue una cosa algo apresurada. Si fuese ahora no lo habría manejado de esa manera.

¿Finalmente usted se va porque salían serpientes en la sede y Junior no tenía una infraestructura adecuada para un equipo grande?

¡Exacto! Sí. Porque, aparte, se veían las posibilidades poder hacer las cosas que se pedían en ese momento. Pero lo que uno piensa a veces no es lo que piensan los demás. Yo me fui en buenos términos, sin ningún tipo de complicaciones.

¿Cuántas culebras le tocó matar en la sede de Sabanilla?

(Risas) Ustedes se ríen porque todo eso da para risa, pero el día que yo me devolví a mi país, tres días después de mi renuncia, salió en la tapa (portada) de EL HERALDO que había muerto un chico en Cartagena por la picadura de una serpiente y que no dio tiempo de llevarlo a una clínica. Lo que yo pensaba no era una locura. Lo vivíamos todos los días, te pasaban casi entre las piernas. Detrás de uno de los arcos había un matorral y muchas veces los muchachos las mataban a los palos. Son cosas que pasaban y que uno creía que se podían mejorar

¿Pasaba tan frecuentemente?

¡Todos los días! Si nosotros detrás del arco teníamos una ciénaga (Lago del Cisne). Todos los días perdíamos dos o tres pelotas porque los utileros no podían rescatarlas. Andaban con unas botas larguísimas. Era complicado el tema, pero ya está, ya pasó.

¿Si Junior se lo propone y mejora su infraestructura puede llegar a ser uno de los mejores clubes de Sudamérica y estar más cerca de un título internacional?

No sé cómo son ahora las instalaciones. Pero lógicamente que sí, Junior siempre fue un equipo importante. Pero eso es lo que uno piensa. Junior es una marca muy relevante en la Costa colombiana.

Usted cree que la inclusión de su hijo, Junior Ischia, le generó presión extra y le enrareció el ambiente como técnico de Junior…

Al contrario. Yo no traje a mi hijo. Cuando yo arreglé mi contrato con Junior, yo ya estaba divorciado de la mamá de mis hijos, de mi primera mujer, y Junior Carlos no vivía conmigo. A los tres días, mi hijo me llamó y me dijo que lo llamaron para ir a Junior. Un directivo me llamó y me dijo que don Fuad había pedido la contratación de Junior Carlos. Le dije: ¿cómo así? Si yo no pedí a mi hijo, no lo quiero llevar al club. Pero no me podía oponer. Junior Carlos era el segundo suplente, no estaba en el equipo titular ni en el suplente, pero empezó a demostrar en los entrenamientos que estaba para jugar y mucha gente me lo pedía cuando estaba en el banco. Demostró que tenía la calidad y capacidad para jugar. Cuando me vine le dije que se tenía que quedar y los directivos de Junior querían que se quedara, pero él no quiso. Fue un error grave que cometió. Solo tenía 19 años. De haberse quedado, su carrera hubiera sido otra.

¿Es cierto que Carlos Junior, como en realidad se llama, fue bautizado así en agradecimiento suyo al equipo rojiblanco?

Sí, seguro. Él iba a nacer en Barranquilla, ya teníamos todo preparado, incluido el nombre. Nació el 19 de marzo de 1986 en Cali y es colombiano. Todo el mundo lo conoce como Junior.

¿Ya está retirado?

No. Está jugando en categoría de ascenso en Argentina. Hace cinco años que vive en Mar del Plata. Jugó en Alvarado y América. Va a cumplir 30 años y sigue jugando.

Es cierto que en un banco usted se fue a los golpes con un hincha de Junior que le gritó algo…

No fui yo, fue el preparador físico. Estaba 'Papi' Peña también. Fue una discusión, una tontería. Le gritaron algo a 'Papi' Peña y el preparador físico mío saltó de inmediato a defenderlo. Yo no estaba allí en el momento. Una de las personas que estaba ahí sacó un arma o qué se yo.

¿En qué momento decide irse?

Después de una derrota ante Medellín, de local. Junior sumaba 16 puntos en 10 fechas y estaba en la sexta posición. Yo había pedido la incorporación de dos jugadores del Barranquilla FC, uno de ellos era Teófilo Gutiérrez, que en todas las prácticas nos hacía dos o tres goles. En la pausa de la novena fecha, ya teníamos arreglado incluirlo en el primer plantel, pero en ese momento al Junior lo manejaba uno de los hijos de Fuad (Antonio Char) y al Barranquilla FC otro (Arturo Char). Como no se pusieron de acuerdo entre los hermanos, decidieron no prestarlo. Esa fue otra de las razones por las que decidí marcharme. Yo hubiera puesto a Teo. Hubo momentos en que puse hasta cinco jugadores sub-20.

¿Muchos inconvenientes?

Al margen de todo eso siempre voy a tener un gran recuerdo de Junior, su gente y sus directivos. No quise hacer ningún problema más ni arrastrar al equipo con una de las situaciones mías.

¿Tiene la puerta abierta para regresar algún día al Junior o se la cerró?

Lo que pasa es que yo ahora, por mi vida actual, es difícil que vuelva a dirigir en Colombia. Yo retorné a Quito porque la mujer con la que estoy hace tres años es una profesora de historia y ha aceptado venir a Ecuador. Pero como ella sabe toda mi historia y que estuve mucho tiempo en Colombia, por ahí no nos vamos a poner de acuerdo para que yo regrese a Colombia. He tenido ofertas de Millonarios, Santa Fe, Medellín, Nacional, Caldas. Por ahora no. Y ya no creo, estoy al borde de los 60 años y tienen que buscar gente joven.