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La emoción se desató cuando el uruguayo Rodrigo Rivera, desde los doce pasos, estrelló la pelota contra el horizontal. Sebastián Viera, que había adivinado la trayectoria de la ejecución de su compatriota, salió gritando y corriendo como sin saber qué hacer. Mientras el escaso público brincaba y aplaudía en las tribunas del estadio Metropolitano Roberto Meléndez, el arquero frenaba, se arrodillaba y miraba al cielo antes de que el júbilo de sus compañeros los arropara. En medio de esa celebración alborozada, la alegría se bañó con lágrimas.

Junior, después de otro partido 0-0 (igual que en la ida en Uruguay), se impuso al Montevideo Wanderers en definición por tiros desde el punto blanco 4-3, gracias, en gran medida, al vigésimo penalti que ataja Viera desde que tiene el buzo juniorista (ver infografía).

El charrúa, de 33 años de edad, no pudo evitar el llanto en plena dicha de la clasificación a los cuartos de final de la Copa Sudamericana. Ahí, en la grama del ‘Metro’, como si estuviera abatido (en realidad tomaba un respiro tras la explosión de felicidad), vio venir a su excompañero, amigo y ahora entrenador, Giovanni Hernández. Los dos se fundieron en un sentido abrazo que se volvió el símbolo de este dulce instante luego de 90 minutos amargos sin encontrar el gol y la victoria que se extravió hace ocho fechas (cinco de Liga y tres de Copa).

Para algunos periodistas y aficionados fue el agradecimiento del técnico al guardameta 'por salvarle el pellejo', dado lo que hubiese representado la eliminación copera en medio de las complicaciones ligueras. Viera explicó ayer a EL HERALDO lo que significó esa unión rompecostillas.

'El abrazo es por el cariño y por el respeto que nos tenemos. No la estamos pasando bien en la Liga y lo de ayer fue una felicidad muy grande. A ‘Gío’ lo queremos mucho y se merecía que le diéramos una alegría', aseguró Viera.

'La verdad es que Giovanni y yo no nos dijimos nada en medio del abrazo. Nos conocemos demasiado y a veces no necesitamos decirnos algo', agregó.

El cancerbero, que llegó a Junior en 2011, fue el último en abandonar la cancha. Recibió la felicitación de cada uno de los integrantes del equipo, la ovación de la hinchada y el abordaje de los medios de comunicación, que le notaron un rosario aferrado a sus manos en la zona mixta.

'No es cábala, es fe, siempre me acompaña la virgencita', aclaró antes de marcharse victorioso hacia el camerino.