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Enviado especial EL HERALDO

La afición le cumplió al ‘Ciclón’, pero el equipo azulgrana no a ella. La ‘Nueva Olla’ hirvió, como ya es costumbre, pero esta vez con más fuerza, por ser un partido internacional, donde Cerro Porteño normalmente trata de mostrar esa jerarquía y enjundia que siempre lo ha caracterizado a través de su historia.

En las gradas del templo azulgrana se vivió una auténtica fiesta, llena de cánticos, gritos, banderas, pancartas, pero ante todo, pasión.

No es un mito, no es carreta. La localía en la ‘Nueva Olla’ se siente, con la presión y el apoyo del jugador número doce. Desde antes del inicio del compromiso, los hinchas azulgranas ondeaban sus banderas y entonaban sus cánticos, muchos de ellos parecidos a los que también se escuchan en el estadio Metropolitano a favor del Junior.

'¡Vamosss, vamos mi Cerro, que esta noche tenemos que ganar', gritaban emocionados una y otra vez, no solo las barras del ‘Ciclón’, sino el estadio en general, que se vistió de color azulgrana para apoyar a uno de los grandes del Paraguay en una nueva cita en un torneo internacional.

Pero esa misma ‘Olla’ que hervía a fuego alto, poco a poco se fue apagando, más por irregularidad de su equipo y las decisiones de su técnico, Leonel Álvarez, que por actitud.

El estadio pasó del bullicio y la emoción, al silencio, los gritos y los insultos. Cada cambio de Leonel fue criticado, cada movimiento de sus jugadores fueron manoteados. No hubo consenso entre equipo y afición. Esa 'Olla' que parecía que podía afectar al Junior terminó jugando en contra de sus dirigidos, que nunca encontraron la manera de meterse con autoridad en el partido.

Las 45 mil almas que se reunión en el templo azulgrana salieron cabizbajas, tristes, decepcionadas y llenas de dudas. Se puede decir que Junior venció a uno de los escenarios más respetados del continente, llevándose un valioso empate. Pero más que el resultado, el brillo en el campo se dio por la entrega que mostró el ‘Tiburón’.