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Ni sombra de aquel Tévez aniquilador de la Juventus o el Manchester United. Ni sombra del ídolo de Boca, ese jugador incansable, que las corría todas, que no se daba por vencido, que era un dolor de cabeza para las defensas contrarias tanto en América como en Europa.

En Barranquilla vimos la versión más decadente de un delantero que alcanzó a codearse con los mejores del mundo, pero que desde que dejó el Viejo Continente no es ni sombra de lo que fue.

Anoche, ante el Junior, su aporte fue no saludar a Teo en los actos protocolarios (un gesto de muy mal gusto) y un disparo al arco a los cinco minutos de la etapa inicial, que exigió a Viera. Ahí acabó el partido para ‘Carlitos’.

Caminó, trotó, se vio agotado, haciendo ‘jarra’ con las manos. No incomodó ni inquietó. Deambuló a la sombra de sus compañeros, que luchaban a muerte cada balón, a pesar del desgaste producido por el calor y la humedad característica de Barranquilla.

La energía del joven y talentoso Cristian Pavón lo hizo ver peor. El extremo argentino se cansó de correr y pelear por la banda, al punto de originar, solo, el tanto del empate xeneize.

Mientras tanto, Tévez seguía caminando, desaparecido. Agarraba un balón y era anticipado por la asfixiante marca rojiblanca. Al final volvió a aparecer para meter un pase entre líneas, que nos hizo recordar al Tévez ‘europeo’ y más nada.

Ese fue el repertorio del actual Tévez, a quien Juan Román Riquelme cargó toda la responsabilidad en Barranquilla, en un partido decisivo. Responsabilidad a la cual el ‘Apache’ no respondió.