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Así se juegan estas instancias, con inteligencia, con tranquilidad, con frialdad, con mística, con corazón. Mejor, imposible.

Junior dio anoche, en la fría capital, un ‘golpe sobre la mesa’, ese que se le venía pidiendo no este semestre, sino hace años. Que mostrara toda su categoría en partidos decisivos, como el de anoche en El Campín de Bogotá, en el juego de ida de las semifinales de la Copa Sudamericana.

El del ‘Tiburón’, ayer, no fue un triunfo (2-0) cualquiera. Lo de anoche significó dar un paso importantísimo hacia su primera final continental... nada más y nada menos. Paso que ahora deberá ratificar en casa, porque aún la serie no ha terminado.

De entrada el juego mostró una contienda pareja, ‘golpe a golpe’. Santa Fe intentaba amenazar, pero Junior no se dejaba, y respondía con la misma moneda.

Jarlan avisó con un remate al borde del área y Arley respondió con un cabezazo casi bajo el arco, que salió desviado por milímetros. Guastavino dijo presente, con otro latigazo y Junior, ofendido, devolvió favores con el primer gol —¡golazo!— de la noche.

‘Delicatessen’ de Luis Narváez —mirada para un lado y pase para el otro— para dejar libre de marca a Jarlan y el samario pudiera habilitar a ‘Teo’, que definió con frialdad, dejando en el camino al arquero Robinson Zapata con un amague endemoniado.

El juez de línea intentó dañar la ‘pintura’, pero el VAR, como buen observador, dio como válido el tanto de los rojiblancos. ¡Bendito VAR!

El 1-0 en el tablero desestabilizó por completo al local, que se fue aturdido al camerino y salió desubicado para la segunda parte.

Junior aprovechó eso para volver a hacer daño. Agarró dormido al León y con un latigazo de Marlon Piedrahíta, desde un costado del área, puso el 2-0 en el electrónico.

En un abrir y cerrar de ojos, Santa Fe se vio con el marcador en contra y con el rival encima, crecido, fortalecido, agrandado.

Los dirigidos por el uruguayo Sanguinetti intentaron maquillar el marcador, pero su ataque fue más producto del desespero, que con una idea definida. El miedo por recibir un tercer tanto, que hubiese sido lapidario, superó a la razón.

Santa Fe se volvió un equipo rústico, rocoso, traste, agresivo. El defensor Javier López acudió a su sagrada cita con las tarjetas rojas y dejó a su equipo con 10, y ahí acabó el partido, porque los locales ya no tenían fuerzas ni claridad para encontrar, por lo menos, el tanto del descuento.

Junior dominó al ‘León’ en su hábitat natural. Ahora toca liquidar la serie.

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