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Si hubo un título que se celebró a rabiar por los jugadores fue este ante el Deportivo Pasto. El sabor es el mismo, pero esta vez los jugadores tuvieron el tiempo necesario para gozarse el merecido momento. No tenían el afán de irse para Barranquilla como el año pasado en Medellín, así que lograron descargar todo. Gritaron, corrieron, celebraron con su afición y con sus familiares, cargaron y besaron el trofeo de bicampeón una y otra vez, como se debe hacer.

El juego terminó a las 9:45 p.m. y una hora después los jugadores seguían en cancha, en medio de los confetis, tomándose fotos y saltando como niños, como primíparos en este tipo de celebraciones.

Narváez bailaba, Cantillo y James Sánchez reían, saltaban y se gozaban a rabiar el momento. Teo no paraba de tomarse fotos. Fue el más buscado, el más solicitado. Es que no todas las veces se consiguen cuatro títulos –dos de Liga, uno de Copa y otro de la Superliga- con Junior y se agranda su leyenda.

Esta vez hubo más orden, en comparación a lo que pasó el año pasado en Medellín. Los únicos que ingresaron al campo fueron los familiares de los jugadores que se gozaron el título como propios.

'¡Palo, palo, palo… palo bonito, palo ehhh… ehhh ehhh ehhh somos campeones otra vez!', gritaban una y otra vez junto con la afición, primero con los que estaban en la tribuna de norte y luego con los de oriental, donde había más multitud.

Es que ayer Junior jugó de ‘local’ y tanto en el partido como en la celebración se notó. Hoy la novena estrella brilla en el firmamento y premia a unos guerreros que se levantaron y llevaron al equipo al título de la mano de Julio Comesaña, otro que celebró como un niño, como nunca antes lo había hecho y que terminó vitoreado por la afición, que hoy lo tiene como ídolo.

'¡Pelo e’ burra! ¡Pelo e’ burra! Pelo e’ burra!', se escuchó una y otra vez desde las tribunas. Un gesto de cariño para la posteridad.