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El mundo Junior es exigente e impaciente. Una buena parte de la hinchada no espera buenos resultados a largo, mediano o corto plazo, los quieren ya mismo. Para mañana es tarde, como se dice coloquialmente. Aunque el estadio Metropolitano no se llena con asiduidad, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en las esquinas, en las oficinas y en cualquier rincón de Barranquilla se habla del equipo amado.

No se puede negar que en la ciudad, cada uno a su manera, están atentos a los latidos del club y es constante tema de conversación para muchos. Estos días no son la excepción. La mala racha del equipo en condición de visitante (cuatro derrotas consecutivas, las dos últimas sin goles a favor), tiene al juniorismo alborotado y polemizando, a pesar de que solo van siete fechas, sobre si es conveniente mantener a Juan Cruz Real en la dirección técnica.

La tradición del equipo, la millonaria inversión de los dirigentes en la nómina, las aspiraciones de sus seguidores y las frustraciones de los dos últimos años, en los que solo se pudo ganar la Superliga 2020, aumentan la sed de victoria, le brindan escaso margen de error al entrenador y lo obligan a entregar buenos resultados rápidamente.