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Hay un dato que ilustra clara y contundentemente la falta de vigor, carácter, temple, combatividad y jerarquía del Junior que dirige Juan Cruz Real: solo una vez ha remontado un marcador adverso. Si empieza perdiendo, por lo general, termina masticando la derrota. En una única ocasión (ante Patriotas) pudo levantarse y probar las mieles del triunfo cuando el rival pegó primero.

De los 32 partidos que se han disputado este semestre bajo el mando del técnico argentino, en 14 comenzó con desventaja en el tanteador, y solo en tres alcanzó a empatar. En apenas uno logró voltear la torta.

Remar contra la corriente no ha sido virtud de los pupilos de Cruz Real. Anotarles un gol en con el juego 0-0 es prácticamente garantizar una victoria o un empate, en el peor de los casos.

La incapacidad de asimilar un primer golpe, reponerse, poner contra las cuerdas al rival y noquearlo tiene eliminado a Junior de la Copa Sudamericana y al borde del abismo en la Liga.

En los dos últimos partidos, cuando cayó 4-0 ante Unión de Santa Fe y 2-0 ante Bucaramanga, ha sido más notoria la impotencia de los jugadores para pellizcarse, sacar la casta y superar la adversidad.

En el duelo ante los argentinos, a pesar de contar con el aliento de su hinchada, Junior no se recuperó del penal desperdiciado por Miguel Borja cuando el partido se encontraba 1-0.

Respondió bien al gol tempranero de Unión (a los 2 minutos de juego), pero sucumbió anímicamente tras el cobro de Borja desde los doce pasos que fue desviado por el arquero Santiago Mele. Jamás pudo sacar a flote la garra, la categoría y el plus para imponerse y salir airoso en el desafío.

En Bucaramanga, en medio de imprecisiones, falencias, malas decisiones y torpezas, Junior dominaba y fabricaba oportunidades de gol hasta que Dayro Moreno descorchó la pizarra y puso a festejar a los locales. A partir de ahí se apagó el entusiasmo y la escasa nitidez que había. No surgió el temperamento. No se encendieron las luces para iluminar los caminos hacia la red contraria.

A la falta de garbo de muchos jugadores en los momentos adversos, se suma la falta de serenidad de Cruz Real desde el banco de emergentes. El comprensible afán de impulsar una reacción e igualar el duelo a veces provoca cambios desesperados que desordenan la estructura del equipo y desmejoran su accionar.

Y más allá de las decisiones que toma Cruz Real al hacer las modificaciones, lo cierto es que los emergentes no vienen siendo revulsivos para el equipo y no suelen cambiar notablemente el funcionamiento grupal. No llevan las dosis de energía para contagiar un espíritu de lucha que permita remontar un partido.

En pocas palabras, según lo que dicen los datos y lo que se ve en la cancha, este ha sido un Junior sin reacción.