El gol salvador y agónico de Wálter Darío Ribonetto, el caminar de Martín Arzuaga hacia el punto blanco del penal cantando Matilde Lina (el vallenato de Leandro Díaz), su ejecución perfecta y la de los otros cuatro valientes que cobraron (Omar Pérez, ‘Piojo’ Acuña, Francisco Marcial Alvear y Ribonetto) en una infartante definición desde los doce pasos…
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Son muchas las anécdotas y recuerdos de aquella final de Liga que Junior le ganó al Atlético Nacional, en el estadio Atanasio Girardot, de Medellín, el 19 de diciembre de 2004, en definición por tiros penales (5-4), después de igualar 5-5 en el marcador global.
El partido de ida terminó 3-0 a favor de los rojiblancos, mientras el de vuelta concluyó 5-2 para los verdes.
Pero más allá del resultado, el trámite del juego y las emociones de la resolución con cobros desde el punto penal, hubo un detalle que no pasó desapercibido y que tiene una curiosa y jocosa historia, que los utileros de Junior en ese entonces y en la actualidad, Léider Frías y Luis ‘el Mello’ Aguilera, le contaron a EL HERALDO.
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Con el desparpajo y marcado acento costeño que les caracteriza, Frías y Aguilera relataron que pensaron que el gerente de Junior en aquel momento, Alonso Lizarazo, los iba a despedir por no llevar un segundo uniforme para la final.
Ellos creyeron que Junior podía jugar contra Nacional, como ha sido costumbre en todos los tiempos, con su tradicional camiseta rojiblanca, y no llevaron segunda indumentaria.
No contaban con que Atlético Nacional, en su estrategia y afán por debilitar a Junior en todo sentido, también le impedirían jugar con su vestimenta habitual.
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“Óscar Julián Ruiz (el árbitro de la final) nos dijo que no podíamos jugar con las rayas rojiblancas porque en la televisión se confundían con la camiseta de Nacional. Yo le dije: ¿cómo así, si aquí siempre hemos jugado de rojiblanco?... ‘no que con esa ropa no pueden jugar, que no sé qué’. Yo le decía a Óscar Julián: ‘oiga, en qué momento se va a confundir una camiseta rojiblanca con unas verdes, nosotros tenemos pantalonetas azules, ellos blancas”, cuenta Frías.
“Allí empezaron a descontrolar la vaina y la mente de los jugadores. Yo le dije a Óscar Julián, ¿qué, estás vendido? ¿Desde ahora? El gerente Lizarazo me decía: ‘respete Frías, respete’”, agrega.
“¿Y ahora con qué jugamos?”, se preguntaron notablemente preocupados Aguilera y Frías. Se miraban la cara sin saber qué hacer.
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Tal era el desespero que contemplaron salir a la cancha con unos uniformes que les ofrecieron del Deportivo Independiente Medellín. “Yo dije que no, ¿cómo íbamos a salir a la cancha con la camiseta del DIM? ¿Eso qué es?”, rememoró el mello.
La solución fue usar las camisetas amarillas con las cuales habían entrenado el sábado en la tarde en el Polideportivo Sur, de Envigado. “Olían a chivo, a cabuyita de guindar mondongo. No teníamos cajones como ahora, la ropa la teníamos metida en una tula de cuero, amarradas y con candado”, narra Frías.
Una de esas camisetas amarillas, la de Leonardo Rojano, se encontraba en poder de un policía conocido al que se la había regalado. Frías tuvo que subir a la tribuna a buscar al patrullero para recuperarla.
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El testimonio completo de los utileros sobre la historia de las camisetas amarillas de Junior quedó registrado en una charla que sostuvieron con EL HERALDO este año con motivo de los 100 años del club. El video al respecto se encuentra en esta nota.