Mucho se ha hablado sobre los efectos positivos generados por el emprendimiento, hasta llegar al punto de aprobar la ley de fomento a la cultura del emprendimiento, que tiene como principal objetivo 'promover el espíritu emprendedor en todos los estamentos educativos del país' (Ley 1014 de 2006). De este modo, se han creado políticas públicas orientadas a fomentar la creación de empresas, tales como el fondo de Emprendimiento Dinámico e Innovador de Innpulsa (antes Fomipyme), el fondo emprender del Sena y numerosas convocatorias propuestas por las cámaras de comercio, agremiaciones empresariales y gobiernos locales.
Ahora bien, es imperativo que la orientación de estos fondos direccionados a la creación de empresas esté acompañado de un sistema regulativo que garantice la sostenibilidad de las empresas nacientes. De este modo, no es suficiente con aportar el capital semilla necesario para convertir ideas en empresas, sino también, es necesario contar con una estructura tributaria que estimule el crecimiento de estas nuevas empresas.
Los beneficios económicos del emprendimiento dependen de la calidad de las empresas que se estén creando. Es aquí donde los incentivos públicos que promueven estas prácticas se pueden convertir en un arma de doble filo.
Frecuentemente, se suele confundir el emprendimiento con el autoempleo, creándose de este modo empresas que generan poco valor agregado, en sectores de bajo uso del conocimiento y que no tienen capacidad de estimular la demanda laboral. Es por tanto, que las políticas de emprendimiento no deben ser utilizadas como herramientas que contrarresten los fallos del mercado laboral.
Si bien es cierto que la ley de fomento a la cultura del emprendimiento establece en su marco institucional, la creación de redes nacionales y regionales para el emprendimiento, en las cuales se incorporan los actores principales en materia de creación de empresas, no se evidencia una unión entre las estrategias de emprendimiento y las necesidades territoriales en términos de oferta y demanda de bienes y servicios.
En este sentido, es fundamental facilitar y estimular los vínculos de cooperación entre emprendedores, universidades, bancos, centros de investigación y centros tecnológicos. Así como también es esencial generar las estrategias para atraer fondos privados de capital semilla que estimulen el emprendimiento de calidad, enlazando siempre las políticas de emprendimiento con las estrategias locales de desarrollo económico.
Con el fin de potencializar el éxito de los emprendimientos, se debe fortalecer la relación entre la academia y el sector privado, garantizando que los conocimientos teóricos y técnicos ofrecidos por las universidades, sean directamente aplicables a la solución de los problemas que enfrentan las empresas. El acercamiento entre el sector productivo y el sector académico es que el permite un mejor reconocimiento de las posibilidades de mercado y por tanto, muestra el camino que deben seguir los futuros emprendedores.