Entre vendedores y trabajadores de la calle 10 con carrera 42 en Barranquillita hay algunos hombres que se pasean con el torso descubierto, usan pantalones hasta la rodilla como pescadores, chancletas o zapatos para cargar bulto, lavar y pelar tubérculos a la espera de compradores.
Daniel Montiel es uno de los descamisados en este sector del mercado de Barranquilla y quien pone su mirada como un cazador hipnotizado a una presa. Desde su puesto avanza 20 metros y, con la mañana despuntando después de las ocho en un día de semana, se le acerca a un hombre que en su mano derecha lleva una bolsa transparente en el que se ven maracuyás amarillas y tomates de árbol machucados. En la izquierda lleva un saco de fique vacío; tiene cabello abundante y desordenado, arrugas marcadas en el rostro como señales que recorre el mercado a sol y noche. Viene de rescatar las frutas de unas de las bodegas del mercado que las desechó.
Montiel, exboxeador cartagenero, cruzó un par de palabras con el hombre y acordó pagarle $5.000 por la bolsa de fruta que dice puede pesar 15 libras.
¡Bingo! Hizo un buen negocio. Un par de vendedores delante de mesas de ventas, con cebollas rojas, guayabas, moras, verduras, yucas, auyama, zanahorias, reconocen que esa compra puede garantizarle una venta máxima hasta de $15.000.
Montiel despulpará las maracuyás y con su jugo y semillas las vaciará en bolsas plásticas para exhibirlas en su mesa.
Las frutas, verduras y tubérculos, la mayoría transportados desde el centro de país, tienen la particularidad que no se exhiben completos en estas vitrinas al aire libre: están cortadas, como las guayabas de piel parda, sin ese verde o amarillo intenso que se exhiben en estantes, vitrinas o almacenes de cadena. Los clientes que circulan están dispuestos a pagar hasta menos de $1.000 por libra.
–Son alimentos de segunda para gente vulnerable, que no pueden comprar de primera –dice Henry Serrano, otro vendedor con el torso descubierto y 40 años en el sector ganándose la vida.
Serrano tiene en sus manos papas boyacenses que desconcha con un cuchillo, retira unas manchas marrones, las arroja a un balde con agua, y dice: 'quien no vende no come'.
-A uno lo llaman para los remates de bultos de frutas o verduras. Una caja de guayaba puede costar $25.000, la de segunda puede costar y ofreciendo hasta $10.000 –dice Fredy del Villar, vendedor con más de tres décadas.