El operador turístico británico Thomas Cook, fundado en 1841, anunció su quiebra este lunes de madrugada tras fracasar en su intento de lograr un acuerdo financiero. Así fueron los 178 años de historia de una firma pionera de alcance mundial.
El inglés Thomas Cook organizó en 1841 el primer viaje en grupo con tarifas negociadas conocido en el Reino Unido, una ida y vuelta de Leicester a Loughborough, en el centro de Inglaterra, para 500 personas.
En 1872, Thomas Cook organizó y participó él mismo en la primera vuelta al mundo en grupo, realizada en 222 días.
El grupo, que es a la vez turoperador y compañía aérea, facturaba unos 10.000 millones de libras anuales gracias a los viajes de unos 20 millones de clientes en todo el mundo. Tenía destinos en Maldivas, Tailandia, China, pero principalmente en el sur de Europa y el Mediterráneo: Mallorca, en España, y Antalya (Turquía) son los principales.
El grupo cuenta con 200 hoteles a su nombre, especializados en función de los tipos de público: familias, jóvenes, lujo, bajo precio... Incluye la marca de viajes Jet Tours y un centenar de aviones a su nombre o bajo la marca alemana Condor.
Sus dificultades financieras comenzaron hace años pero se aceleraron en los últimos meses: en primavera anunció una pérdida de 1.500 millones de libras en el primer semestre debido a la dura competencia de las webs de viajes pero también a los sobresaltos del Brexit, que llevan a muchos potenciales turistas a retrasar sus planes de viaje a la espera que ver qué ocurre.
La debilidad de la libra, otra consecuencia del largo y caótico proceso de Brexit, reduce también el poder adquisitivo de los británicos cuando viajan fuera del Reino Unido.
Sus problemas financieros de los últimos meses dieron al traste con sus acciones en la bolsa, que ya solo valen unos peniques de libra.
El principal accionista de Thomas Cook, con 17% del capital, la empresa china Fosun, había previsto tomar el control de la parte correspondiente a los viajes organizados del grupo británico en el marco de un paquete de refinanciación de 900 millones de libras, al que habría aportado la mitad.
Pero en los últimos días, algunos acreedores pidieron 200 millones de libras adicionales para aceptar refinanciar al grupo con el argumento de que de lo contrario no sería viable en el tiempo.
Desde el viernes se multiplicaron las reuniones para intentar solicitar una inyección de capital a fondos de pensiones o al gobierno británico, o para pedir una reducción de las exigencias de fondos adicionales.
Pero fue en vano: 22.000 empleados ven sus puestos amenazados con el cierre, 9.000 de ellos en el Reino Unido, cuya economía ya está sacudida por las incertidumbres del Brexit.