Fernando Pardo se levanta todos los días a las seis de la mañana. Se prepara un desayuno al que acompaña con café y luego de compartir con su familia en la mesa procede a ver su teléfono para chequear las primeras órdenes del día.
Cerca de las nueve se sube a su moto para iniciar con la extensa jornada de entregas que llega hasta las siete de la noche y cuya zona de cobertura abarca parte del área metropolitana de Barranquilla. Desde hace ocho meses esta es su rutina.
Ser domiciliario se convirtió en algo más que un trabajo temporal, se volvió el sustento principal de su familia.
Pardo es parte de los millones de colombianos que quedaron desempleados como consecuencia de la pandemia y que les tocó 'resolver' colocando las dos manos al timón, un casco de protección y las ganas de poder llevar la comida a su casa sobre las ruedas de un vehículo, una moto o una bicicleta.
'Gracias a Dios me ha ido bien, no me puedo quejar. Todos los días estoy llevando la comida a la casa. Muy contento con los clientes que están satisfechos', confesó Pardo, quien puede llegar a hacerse entre ocho a 12 domicilios por día.
La sinceridad y la honestidad son los valores con los que Pardo identifica su trabajo y con los que lleva un mensaje de dignificación del oficio entre sus colegas y el público en general.
La oportunidad laboral que tomó este barranquillero se la ofreció su primo John Sepúlveda, quien junto a su esposa Natalia Chelia decidieron emprender una empresa de domicilios en medio de las semanas más duras de la pandemia en la ciudad.