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Podemos imaginarnos que la señora Sol, que vende empanadas, arepas, otras frituras a base de harina de maíz, y jugos cítricos debajo de un árbol de matarratón en la esquina de un barrio del sur de Barranquilla, al final de su doble jornada pueda llevar el dinero de sus ventas a través de una plataforma de pago desde su teléfono móvil al sistema financiero. ¿Será que podremos ver esta situación que retrata un actor de la informalidad en Barranquilla que es del 52 % en un futuro?