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En momentos en que el fantasma de un racionamiento de energía eléctrica toma fuerza y comienza a crecer en todo el país, el presidente Gustavo Petro prefiere seguir desvariando con supuestos golpes de Estado. Mientras todos los gremios del sector energético disparan las alarmas sobre el apagón que nos espera el próximo año, por cuenta de la sequía y de la pésima gestión del actual gobierno, Petro continúa vociferando en las plazas públicas contra los ricos y la oligarquía del país, a quienes señala de todos los males que padece Colombia, desde los tiempos de la Colonia.

Llama la atención que un asunto tan delicado, como es la posibilidad real de un apagón generalizado, sea mirado con desprecio por quien está al frente del Estado colombiano. Cuando Petro se ocupa de ese asunto lo hace para descalificar a quienes en su momento tomaron decisiones para evitar emergencias como las que tendríamos que afrontar a partir del próximo año.

Acaba de ocurrir en el municipio de Gigante, Huila, donde Petro afirmó que las hidroeléctricas de Hidroituango y El Quimbo, que generan buena parte de la energía que consume todo el país, nunca debieron construirse. “La represa de Hidroituango nunca debió hacerse. Nunca debió hacerse la represa de El Quimbo. Esa es la realidad”, declaró Petro sin sonrojarse, mientras señalaba –obviamente– a la oligarquía de los “daños causados”.

Pero aunque a Petro no les guste, hay que reconocer que gracias a esos megaproyectos el país no solo mejoró sus indicadores de crecimiento y desarrollo, sino que ha podido afrontar en estos momentos la intensa sequía, sin tener que padecer un apagón nacional, como ocurre en Ecuador.

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En el caso de Hidroituango, por ejemplo, Petro sostiene que esa generación de energía se pudo hacer no desde Antioquia, sino desde otras regiones, como La Guajira. Pero ocurre que en La Guajira tampoco se han puesto en marcha los proyectos de energía limpia a los que le apuesta Petro y que se necesitan para abastecer de manera más eficiente todo el país, sencillamente porque a Petro le gusta más hablar que ejecutar. A Petro cuando le dicen “manos a la obra”, sale corriendo.

En el desierto guajiro están sepultados miles de millones de dólares en proyectos de energía eólica, que fracasaron por cuenta de que jamás contaron –por parte del Gobierno nacional– con las herramientas suficientes para sacarlos adelante. Las llamadas “consultas previas” se encargaron de asfixiar en la península los megaproyectos diseñados para producir energías amigables con el Medio Ambiente.

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Para decirlo en plata blanca: Petro ni raja ni presta el hacha. No le gustan los megaproyectos energéticos, como las hidroeléctricas, por el daño que causan a las comunidades y a los ecosistemas; pero tampoco permite que otros proyectos mucho más amigables con la naturaleza puedan salir adelante. De esta manera, la “transición energética”, en tiempos de Petro, no pasa de ser un discurso rimbombante, pero vacío. Mientras Petro habla y habla y habla, de lo humano y lo divino, el apagón comienza a rondar con más fuerza por todo el territorio nacional.

¿Qué debe hacer el Gobierno para desterrar para siempre el fantasma del apagón que ronda al país?

Suspender exploración y explotación de gas natural es demencial

Para evitar un posible apagón en el 2025, lo primero que debe hacer Petro es dejar de hacer todo lo que hace. Punto. El gobierno no puede seguir obstinado en abandonar la exploración y explotación de hidrocarburos en el país. Es demencial insistir en un modelo que pone en grave riesgo la seguridad energética nacional.

Aunque no es propio de su talante, ya es hora de que Petro escuche a quienes en su calidad de expertos y desde distintas orillas le han dicho que Colombia no puede negarse a explorar y explotar más hidrocarburos. Así se lo hicieron saber una vez más tanto la Asociación Colombiana de Gas Natural (Naturgas), como la Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica (Acolgen).

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¿De dónde saca Petro que tenemos reservas de gas para los próximos 40 años? La única funcionaria que planteó una hipótesis tan descabellada fue la ex ministra de Minas y Energía Irene Vélez, “experta en la teoría del decrecimiento económico, a partir de la suspensión de la exploración y explotación de hidrocarburos”. Nadie más ha tenido tal osadía. Es un hecho innegable que nuestras reservas de gas natural solo alcanzan para los próximos siete años. Por ello se requiere con urgencia continuar con las exploraciones y explotaciones.

Por esa razón es una pésima noticia la suspensión de la perforación del pozo delimitador Uchuva 2, en el bloque Tayrona, en aguas ultra profundas del Mar Caribe, a más de 70 kilómetros de las costas de Santa Marta. Aunque se trata de una decisión judicial, que ampara derechos del Cabildo de Taganga, sin duda alguna, este fallo compromete el futuro inmediato de la exploración de gas natural “costa afuera”.

Vamos a salvar la humanidad y la humanidad ni se enterará

Las consecuencias de un apagón son nefastas para cualquier país. Lo fue para Colombia durante el gobierno de César Gaviria y lo es ahora para Ecuador. Ninguna economía resiste los efectos de un racionamiento generalizado. Por esa razón, todas las medidas que adopte un gobierno para tratar de evitarlo son y serán pocas. Dejar de explorar y explorar hidrocarburos, como decidió el gobierno Petro, solo puede interpretarse como una decisión absolutamente irresponsable y peligrosa.

Vamos a salvar la humanidad y la humanidad ni se va a enterar de nuestro sacrificio. Razón tiene Ramón Dávila, presidente de Gases del Caribe, al afirmar que la situación complicada en el suministro de gas en el país obedece a la decisión del gobierno de no realizar más contratos de exploración y explotación de hidrocarburos.

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En la medida en que haya más exploraciones habrá más pozos produciendo y si hay más pozos produciendo no habrá racionamiento energético, ni apagones. Tan simple como eso. Es un hecho inocultable que en los últimos 10 años nuestras reservas han venido declinando y por consiguiente se requiere aumentar los contratos de exploración y explotación de gas.

¿Qué pasó con los parques eólicos de La Guajira? ¿Realidad o ficción?

Aunque Petro sostiene que los megaproyectos hidroeléctricos, que son los grandes generadores de energía en país, entre ellos Hidroituango, no debieron construirse, lo cierto es que otros proyectos llamados a suplirlos o complementarlos, como los parques eólicos de La Guajira, tampoco están operando. La apuesta por energías renovables no pasa de ser un simple discurso. La lista de empresas que han desertado es larga y creciente.

Celsia y Empresa Públicas de Medellín (EPM), entre otras, prefirieron apuntar sus presupuestos en otras direcciones. Desde el 2022, cuando comenzó el gobierno de Petro, buena parte de dichos proyectos –que demandan multimillonarias inversiones– apenas están en etapa de socialización con las comunidades indígenas o en trámite de licencias ambientales.

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A los inversionistas la vida se les ha ido en consultas previas y en trámites ambientales. Ningún bolsillo resiste tantas dilaciones y demoras. Mientras tanto, el sistema enérgico sigue a la espera de que la energía eólica se integre a la red nacional para fortalecer la interconexión y evitar así un apagón.

De manera que por cuenta de sobre costos y retrasos, Celsia es una de las tantas empresas que debieron abortar proyectos eólicos en La Guajira. Los vientos de la península se llevaron esos multimillonarios recursos.

¿Qué pasa con la Creg?

Pero el panorama es mucho más grave por cuenta de la improvisación que reina en la Comisión de Regulación de Energía y Gas (Creg), entidad que no solo tiene que ver con las altísimas tarifas de energía, sino que –de funcionar en armonía y sin contratiempos– podría enviar un parte de tranquilidad en estos momentos de incertidumbre.

Pero ocurre todo lo contrario: la Creg –en manos de Petro– solo produce zozobra y caos. A Petro le ha quedado tan grande manejar la Creg que prefiere acabarla. ¿Cuál es el problema? El problema –para Petro– es que no ha podido encontrar técnicos idóneos para nombrarlos como comisionados de la Creg. Los que nombra, el Consejo de Estado los “descabeza”, porque no son idóneos, ni cumplen los requintos para el cargo.

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¿No hay en Colombia profesionales con el perfil que exige la Creg para hacer parte de su junta directiva? Los hay, pero no son petristas. Punto. Uno de los requisitos que debe cumplir quien aspire a ser comisionado de la Creg es el de acreditar “experiencia profesional en la materia”. A Petro esa “experiencia profesional” no le gusta, porque considera que es una “mancha” en la hoja de vida de los aspirantes, pues los relaciona con el sector privado y los amarra a intereses particulares, según Petro. Hasta allá hemos llegado.