La historia de La Troja tiene dos capítulos que, aunque son muy distintos, se entrelazaron y dieron como resultado el Patrimonio e Institución Cultural Musical de Barranquilla (1999).
Por un lado, hubo una mujer con un deseo incesable por mantener a sus hijos, y por el otro un grupo de jóvenes barranquilleros que simplemente deseaban un espacio físico donde pudieran parrandear sin prejuicios, sin horarios y sin límites.
Existe un refrán popular que reza: 'De tal palo, tal astilla' y este, muy probablemente, es el caso de Edwin Madera, actual dueño de La Troja, y su madre Zunilda Del Carmen Velásquez de Madera, antigua propietaria del establecimiento.
Madera describe a su progenitora como una mujer trabajadora, capaz de asolearse por el sostenimiento de sus tres hijos y por tal motivo se dedicaba día tras día a la venta de almuerzos en las diferentes construcciones del norte de Barranquilla. De sus tres descendientes Edwin es el mayor y, como ella, se ha ocupado a tiempo completo de su trabajo e hijos (9).
Un día de trabajo como cualquier otro, en 1967, mientras Zunilda Velásquez repartía los respectivos almuerzos del día se topó con Jorge López, dueño de lo que fue una choza en aquel momento.
Madera relató que López se dirigió a su madre cuando ella estaba laborando: 'Nombe, Zunilda te vas a asolear. Mira, estos pelaos me dejaron un tenderete, vamos a negociar esa vaina'.
Justo en este instante de la historia de La Troja cerraron un negocio en el que el establecimiento pasaría a ser propiedad de los Velásquez Madera.