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Jesús Cruz Ballesteros, médico veterinario, regresó a casa en horas de la tarde y encontró a su hijo mayor viendo televisión en su cuarto. 

–Hijo renuncié a mi empleo. Ahora sí, estoy disponible. ¿Cuándo empezamos con la idea que me contaste para trabajar juntos? –le dijo.

Sorprendido, con el corazón latiéndole de golpe, Jesús Cruz Díaz no respondió. Quedo solo y sentado en el borde de la cama pensó:

 –Y ahora… La situación económica es difícil, dependemos de lo que papá ganaba ¿Será que le digo a mi mamá? ¿Qué hago?'.

El joven diseñador industrial recordó que cuando le dijo a su papá que si había un interés en la producción de alimentos por la línea orgánica, por qué no se hacía un producto para esos cultivos, lo hizo de manera desprevenida. 

Jesús Cruz Díaz mantuvo su diálogo interior

–¿Que tal que esto no funcione?  

El miedo al riesgo lo invadió, aunque vio que no había otro camino que el seguir investigando para poder sacar un modelo de negocio con esa idea que su padre había visualizado sin tener mayores detalles. El médico veterinario, que había trabajado en fincas y conocía del potencial agricultor de la región Caribe, tenía sus razones para lanzarse al agua.  

–No, hay que estar seguros de este emprendimiento –dijo en 1998.