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La aritmética es alarmante. La tasa de usura establecida por la Superintendencia Financiera, modalidad 'microcrédito' vigente a Dic-2020, es 55,84% anual. Un reportaje de El Heraldo, que cita investigaciones de la Sijín ('Los 'gota a gota' ahora cobran con aplicación móvil', 17-Mayo-2019) hablan de 'gota a gota' que en Barranquilla cobran tasas de interés de 20% mensual. Para que usted entienda la dimensión del problema, tome el ejemplo de un préstamo de 100 mil pesos.

Legalmente, lo máximo que debería pagar en intereses al fin del año son 56 mil. Con los gota a gota si usted toma el mismo préstamo cada mes y paga a tiempo cada vez acabará pagando 240 mil, más de cuatro veces 56 mil.

Todo esto suena trágico, y lo es, pero lo verdaderamente trágico es que sean las personas pobres las que, por circunstancias relacionadas precisamente con su pobreza, piden prestado a los gota a gota. Entre estas circunstancias están la falta de información, falta de educación y escasos ingresos que no les permiten ofrecer garantías ante instituciones financieras formales. Pero al no pedir prestado en éstas, les cuesta (muy) caro ser pobres, tan caro como a menudo precisamente seguir siendo pobres.

Uno de cualquier manera podría preguntarse: si de hecho pagan 20% de interés mensual y la tasa de usura es 56% anual ¿del lado de los prestamistas, no hay siquiera algunos pocos que les puedan prestar a la no despreciable tasa de 56% anual? Retóricamente, de hecho, los premio Nobel en Economía 2019, A. Banerjee y E. Duflo preguntan (Poor Economics, 2011, capitulo 7) preguntan '¿por qué no hay inversionistas apresurándose hacia ellas [las personas pobres] con bolsas de dinero?'.

La respuesta es compleja y no hay espacio aquí para abundar adecuadamente en ella. Sí señalaré, sin embargo, que un gran problema para potenciales prestamistas formales es que no tienen la información necesaria para saber quiénes sí les pagarían sus préstamos y recolectarla sería costoso. Los gota a gota quizás tampoco tienen esa información, diría usted.

Es probable, pero ellos no la necesitan. ¿Por qué? Porque ellos no tienen tanto incentivo a prevenirse de un 'mala paga' antes de dar el préstamo, dado que tienen otras formas de incentivar pagos puntuales. Banerjee y Duflo señalan a 'implacables' Kabuliwala, 'hombres de Kabul', como prestamistas informales en Calcuta en los 1960s y 1970s; señalan que todo escolar había escuchado la historia según la cual estaban dispuestos a asesinar.

En ausencia de un tercer partido, como el Estado (que a veces hace los problemas más grandes, hay que reconocerlo, aún si bien intencionado) o un billonario a la Mohammed Yunus (que tampoco logró resolver la pobreza, también hay que reconocerlo, sin negar sus buenas intenciones) la tragedia muy probablemente continuará. Personas barranquilleras pobres muy probablemente seguirán recurriendo a nuestros locales hombres de Kabul.

* Las opiniones expresadas aquí son exclusivas de Leopoldo Gómez-Ramírez. No comprometen la posición de la Universidad del Norte.'