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Innumerables estudios e investigaciones han concluido que en la medida que aumenta la inclusión financiera en la población hay mayores posibilidades de crecimiento económico y de reducción de la pobreza. Esta es una poderosa herramienta para mejorar la calidad de vida de las familias que están en la base de la pirámide, al tiempo que se expande el radio de acción de las entidades financieras.

Uno de los grandes retos que tiene la Costa Caribe es seguir avanzando en términos de inclusión financiera, pues de acuerdo con datos de la Banca de las Oportunidades, la región es la que tiene una menor proporción de adultos con cuenta de ahorros en Colombia.

Entrar al sistema financiero representa para una persona tener la oportunidad de acceder a recursos de crédito con tasas favorables y en muchos casos salir de las garras de los llamados paga diario, que con exagerados intereses aumentan el círculo de la pobreza.

Se observa que si bien la región tiene niveles similares de microcrédito a la tasa nacional, los desembolsos, tanto en número y monto, son menores.

Pero la inclusión financiera no solo beneficia a las personas naturales, es una importante oportunidad para las microempresas y emprendedores.

Se evidencia un rezago en la región en este campo que puede superarse con un trabajo en el que se integren acciones de los sectores público y privado, donde la educación financiera juega un papel fundamental.

El uso de canales digitales también contribuye al mejorar los indicadores de inclusión financiera pues permite un rápido acceso a los productos que ofrece el sector.

No se pueden ahorrar esfuerzos en este sentido, ya se han logrado avances a nivel nacional, pero aún se pueden alcanzar mejores resultados especialmente en las regiones.