–Señor, ¿le puedo ofrecer una cerveza para acompañar su plato? –dijo el mesero a su comensal.
–No, gracias –respondió Juan Manuel Carvajales, en una de las mesas del bar de la cervecería Veza en Miami, Estados Unidos.
Juan Manuel Carvajales es de esos barranquilleros que se acostumbró desde los 18 años, cuando empezó a probar la cerveza del mercado, que no había más opción. A sus 40 años de edad dijo un día que esa bebida no le satisfacía. Que no volvería a tomarla. 'Durante 120 años nos dijeron qué debes tomar. Crecimos sabiendo en el mercado lo que no era de verdad una cerveza. Conocer la variedad para entender sabores'.
El mesero tenía claro que a los comensales hay que atenderlos para que volvieran.
–Señor le puedo traer una cerveza para que disfrute su plato –, insistió.
El comensal al ver que el mesero no iba a desistir aceptó la propuesta y le dio el sí.
El mesero le puso la cerveza que tenía un color particular. Y sin preguntar Carvajales la probó.
– ¿Qué es esto? Qué vaina tan bacana. ¿Cómo se llama?
– Ácida de guayaba –respondió el mesero.
–¿Qué más tiene? –preguntó Carvajales
–Una Guanabanagueitor, hecha con guanábana –dijo el mesero.
–Traigámela.
El mesero volvió y puso la exótica cerveza que, con el nombre, entró la curiosidad para tenerla en la mesa.
–Quedé matado. Quedé enganchado.