Como una pesadilla que se repite, el sur del Atlántico vuelve a inundarse, tal como ocurrió en 1984. Una vez más, estamos ante una latencia que hace más agobiante la situación: un pavoroso boquete en el Canal del Dique, cuyo caudal desborda hacia tierras productivas del Departamento y hacia poblaciones. Están allí, en el área de Santa Lucía, Campo de la Cruz, Repelón, Manatí, y Suan, entre otras poblaciones, muchas de las familias más pobres del Departamento como también algunos importantes proyectos productivos. El boquete se hace más grande a cada minuto, destruyendo la carretera, mientras una cantidad calculada en 400 metros cúbicos por segundo, el equivalente a una piscina grande, se vierte sobre la desdicha de muchas familias, de escasos o de copiosos recursos, que se preparan a pasar una Navidad amarga.
De entrada posee plena validez una pregunta: teniendo en cuenta que desde hacía varias semanas existía la posibilidad de que la carretera-dique cediera, ¿por qué no se efectuó, por parte de la Gobernación del Atlántico, un monitoreo mucho más eficiente en la zona, considerando que allí existía un punto de evidente vulnerabilidad? Ya líderes naturales de la población de Santa Lucía, como el educador Alexánder Jordán, venían haciendo un llamado insistente y clamoroso a manera de alerta temprana. Pero poco se hizo en ese momento, y al respecto es importante que el gobernador Verano evalúe muy bien el desempeño de su equipo administrativo y tome determinaciones drásticas, así como la calidad de la obra a la que, no sin un ápice de emotividad, se le denominaba ‘carretera-dique’. Boquete abierto, caos desencadenado, mal podemos echarnos a llorar sobre el agua derramada, más aún cuando en otras latitudes del universo se ha logrado conjurar este tipo de crisis sin esperar a que Dios –particularmente el operario del grifo, San Pedro– se apiade de los afectados.
La amenaza en este instante resulta inconmensurable. Si el agua desbordada llegase a afectar el Embalse del Guájaro, estarían en grave peligro comunidades enteras en los alrededores de este. Ya se habla en el Sur, quizá sin fundamento técnico y sí con mucha desesperación, de la posibilidad de que tal o cual comunidad sea borrada del mapa.
El Gobernador ha estado muy activo en las últimas horas, desplazando a su equipo hacia la zona y explorando soluciones apropiadas. Un importante hombre de empresa comentaba ayer, informalmente, que veía “muy solo” al mandatario, quizá la manera en que el observador percibía a un funcionario de nivel seccional enfrentado a un problema de envergadura nacional, algo que demanda mucho más que volquetadas de piedra. (El último estimativo daba cuenta de que, para cerrar el boquete, se necesitan 1.400 volquetadas, cada una de las cuales tardaría por lo menos ocho horas en el ciclo de su tarea. Es decir, si en el cálculo más optimista se consiguieran 30 volquetas, la solución no sería suficiente para evitar las tragedias anunciadas.)
El Director Nacional de Invías, un barranquillero a carta cabal, solidarizado con su tierra, anunció ayer una inversión de 4.600 millones de pesos, lo cual debería ser suficiente para tapar el boquete, al menos en el plazo antes señalado. Carlos Rosado Zúñiga logra así lo que no se logró en 1984, cuando el entonces gobernador Fuad Char, al lado de su dinámica esposa Adela Chaljub, debieron hacer de tripas corazón ante la ausencia del Gobierno Nacional. Ojalá la ejecución de esos recursos, teniendo en cuenta además que está vigente la figura de urgencia manifiesta, se dé con la mayor agilidad, sin entrar en procesos burocráticos que demoren tan importante reconstrucción.
Pero el Director de Invías es precisamente eso, Director de Invías, y por tanto solo puede tomar decisiones que permitan la reconstrucción de la carretera-dique. El gobernador Verano, ahora de manera oportuna y enérgica, ha hecho una convocatoria al Gobierno Nacional para que entre a apoyar la situación, como quiera que es urgente proteger a poblaciones grandes como Campo de la Cruz y ayudar al máximo a los miles de damnificados.
“Necesitamos la acción más decidida de entidades como la Armada Nacional que nos apoye con lanchas para que se llegue y se evacue a la población afectada. Necesitamos que Cormagdalena esté más atento a lo que hay que hacer, y así, todo el aparato del Estado debe trabajar en ese sentido”, dijo el mandatario departamental.
Al mismo tiempo, cuando advierte que bajo ninguna circunstancia se deben abrir las compuertas de represas como la hidroeléctrica de Prado en el Tolima, el mandatario no está haciendo nada distinto que invitar al Gobierno Nacional a que evalúe el panorama hidrográfico nacional como un sistema de vasos comunicantes y no como fenómenos puntuales que pueden terminar afectando a muchos por beneficiar a unos pocos.
Le sobran razones a Verano De la Rosa para su enérgico pronunciamiento, más aún cuando la tendencia en las últimas semanas ha sido la de una indiferencia de la Nación ante problemas gravísimos de esta sección del país, en especial el del canal navegable, donde el Director de Cormagdalena no se cansa de equivocarse, sin que ningún funcionario de alto nivel intervenga para obligarlo a cumplir con su deber.
Y al mismo tiempo, es preciso que la sociedad actúe desde el lugar que le corresponde, respaldando las campañas anunciadas y aportando con la misma determinación que aplicó en 1984 para aliviar el dolor de quienes tanto lo necesitan.