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En río revuelto ganancia de pescadores. En momentos de turbulencia social y hasta política aparecen personas o asociaciones benéficas que, encubriéndose de un manto de aparente bondad, se aprovechan para obtener beneficios económicos y de cualquier otro tipo en detrimento de la calidad de vida de la población afectada.

Nunca les falta una “buena causa”: apadrinar niños, apoyo económico a campañas contra graves enfermedades o adicciones, envíos de comida, recolección de medicamentos para ancianos y hasta reclutan voluntarios para socorrer niños enfermos, colectivos marginados, mujeres maltratadas o damnificados de pavorosas tragedias.

En tal sentido en semanas pasadas un conocido candidato a la Alcaldía de Cartagena fue acusado de aprovechar y divulgar como gestión suya una donación de una multinacional petrolera para construir 300 viviendas en el barrio San Francisco, fuertemente afectado por una emergencia geológica en la que cientos de familias se quedaron sin vivienda. La empresa desmintió el acto de caridad enmascarada del político ante sus potenciales electores.

Pero este es un fenómeno mundial. En la India existen casi 4 millones de estas organizaciones que reciben 8 millones de dólares de filántropos y de empresas extranjeras, y sus representantes locales reciben los dineros pero no cumplen con su acordada labor social, convirtiéndose en fundaciones de papel que usan la financiación como propia fuente de ganancias.

Después del terremoto de Haití acudieron 280 ONG diferentes inscritas para coordinar sus esfuerzos con los del Ejército y atender la tragedia. Pero días después se descubrió que algunas de ellas, luego de recibir el dinero de los nobles donantes, se apoderaron de las ayudas humanitarias y se dedicaron al tráfico de órganos y de niños.

En nuestro país se reconoce la seria labor humanitaria de destacadas ONG, fundaciones y corporaciones con una inconfundible misión humanitaria con monumentales obras sociales siempre a favor de causas nobles y de sectores importantes de la población.

Pero se debe admitir también que así mismo existen algunas otras organizaciones de este tipo que fueron creadas como un modelo de negocio, más no motivados por el altruismo sino por la facilidad con que se pueden conseguir recursos por medio de esta figura. Es más , siendo realistas, algunos se han aprovechado de las mismas ya que mediante ellas se pueden gestionar actividades que pueden dejar millonarias utilidades sin las complicaciones que supone una sociedad comercial, debido a que tienen un tratamiento especial por parte del Estado como de la sociedad y del sector empresarial, contando por ejemplo con tratamientos tributarios especiales y no aplicándoseles un sistema de control y vigilancia tan severo como en el caso de las sociedades comerciales.

Hay que abrir los ojos, pues algunas de estas organizaciones, bautizadas con curiosos y sugestivos nombres que despiertan la sensibilidad de incautos, se aprovechan de la fama de que son asociaciones caritativas para conseguir mucho, ayudar un poco y ganar bastante. Por lo general se valen de que nadie les cobra nada, y al contrario, todo el mundo está ‘en la obligación’ de brindarles ayuda, teniendo las puertas abiertas en todas partes, en el Estado, en la empresa privada, en las cancillerías, en los medios de comunicación y hasta en las casas de personas de noble corazón.

Por lo tanto debemos montar guardia conjunta entre el Estado y la sociedad para no dejarnos engañar con esta forma fraudulenta con que actúan algunas de estas miles de ONG entre Asociaciones, Corporaciones, federaciones o fundaciones existentes en nuestro país, las cuales casi nunca están inscritas en serias federaciones como la Confederación Colombiana de ONG o Fedecaribe que aglutina a las ONG de nuestra Región.

El Gobierno debe trabajar para garantizar la transparencia de estas organizaciones, de tal manera que cumplan con la misión con la cual fueron formalmente establecidas. Pero también los donantes y beneficiarios deben analizar por sí mismos dónde están depositando estas dádivas, vigilando la procedencia y antecedentes de esas personas naturales u organizaciones, y supervisando si las obras sociales prometidas se están llevando a cabo en la realidad.

Evitemos que personas o asociaciones inescrupulosas, disfrazadas de falso humanitarismo y solidaridad, sigan jugando y negociando con la tragedia social de los colombianos.