Compartir:

No pueden ser más dicientes los resultados de una investigación de la Universidad Externado de Colombia según la cual el promedio nacional de la calidad de empleo puntúa 34,5 en una escala de 0 a 100 (un punto sobre la medición realizada hace tres años).

El estudio, realizado por el Observatorio del Mercado de Trabajo y la Seguridad Social de dicha universidad, tuvo en cuenta, dentro de la medición de la calidad de empleo, las variables relativas a los ingresos laborales, la formalidad, la afiliación a seguridad social y la existencia y modalidad de un contrato laboral escrito.

Precisamente cuando se está definiendo el salario mínimo, surge este estudio, realizado en 23 ciudades del país, que ubica a Bogotá como la urbe que presenta mejores condiciones para trabajar, y a Cúcuta como la de peores garantías laborales. Barranquilla se encuentra en los lugares inferiores de la tabla, en concreto, en el incómodo puesto 17.

Los preocupantes resultados de este estudio invitan a un análisis serio sobre las razones de que la calidad del trabajo sea tan precaria en el país y en una ciudad como Barranquilla, que pretende ser la capital nacional de TLC.

Estos tratados internacionales exigen calidad de la empresa nacional en cuanto a los productos, a los servicios y a los procesos que desarrolla. Pero calidad también significa que los trabajadores que elaboran esos productos y brindan esos servicios experimenten una mejora y una mayor estabilidad de las condiciones laborales, no solo por motivos de justicia social, sino porque está más que demostrado que el empleo estable y de calidad redunda en beneficio del propio sistema productivo, dinamizándolo a través de una demanda más vigorosa.

La Organización Internacional del Trabajo define el concepto de trabajo decente como la posibilidad de que todo ser humano pueda contar con la oportunidad de un trabajo y un salario dignos, seguridad en el sitio donde desarrolla sus funciones, protección social para su familia, mejores perspectivas de desarrollo personal, libertad para expresar sus opiniones, participación en las decisiones e igualdad de oportunidad y trato para las mujeres y los hombres.

Las últimas cifras de desempleo suministradas por el Dane indican que, hasta octubre pasado, el desempleo en Colombia se redujo al 7,8%. Sin embargo, estas cifras no reflejan el problema de fondo, que es la calidad del empleo en el país. A su vez, esa institución expresó que la informalidad laboral en las trece ciudades principales del país llegó al 49,4 por ciento durante el segundo trimestre del año.

Los resultados de esta investigación exigen redoblar el compromiso, aún muy laxo, entre los sectores privado y público para que en este país, en que según el Gobierno se han creado 2,6 millones de empleos entre 2010 y 2013, deje de campear la informalidad, la contratación temporal y el alto número de asalariados que no tienen un contrato formal por escrito.

Todo esto requiere una mayor regularización por parte del Gobierno y un esfuerzo más decidido para que se cumpla la normativa laboral vigente. Mejorar las condiciones del mercado del trabajo es bueno no solo para los directamente beneficiados, sino –y esto no parecen entenderlo algunos– para el conjunto de la sociedad.