Se acabaron los sesudos debates, las correrías políticas, los esfuerzos pedagógicos y las vehementes discusiones callejeras que han tenido ocupado al país en las últimas semanas por cuenta del plebiscito sobre el acuerdo de paz con las Farc. Ha llegado, por fin, la hora de la verdad. Los colombianos dirán hoy su última palabra –más bien su última sílaba: Sí o No– sobre el documento de casi 300 páginas que las delegaciones del Gobierno y la guerrilla tejieron durante cuatro años de intensas negociaciones en La Habana.
A las urnas están convocados 34,8 millones de ciudadanos. Sería ingenuo suponer que todos van a ejercer el derecho de voto que les otorga la Constitución. La historia electoral colombiana evidencia una alta tendencia a la abstención, que es especialmente acusada en la Región Caribe. A ello se suma que, en este caso, nos encontramos ante una convocatoria singular, en la que las maquinarias políticas tradicionales no se juegan curules y, por tanto, se sienten menos compelidas a engrasar al máximo su capacidad de movilización.
Pese a todo, confiamos en que la trascendencia de lo que hoy nos jugamos como país mueva la conciencia ciudadana y propicie una participación elevada en la histórica cita con las urnas.
Lo que decidan los ciudadanos, en un sentido u otro, tendrá indudables repercusiones en nuestro destino como Nación. Por eso resulta de suma importancia no solo que haya una votación masiva, sino, también, que el voto se deposite en libertad y a conciencia.
Nos hallamos ante el primer plebiscito que se celebra en Colombia desde 1957. Este tipo particular de consulta solo permite al ciudadano un pronunciamiento binario, sin matices, entre dos opciones categóricas. Estamos convencidos de que muchos partidarios de las dos opciones aún albergan reparos y dudas, pero hoy ya no habrá lugar para las tonalidades argumentales: habrá que elegir entre el Sí y el No, porque así lo establece el modelo de consulta seleccionado.
Ahora bien: el debate público no cesará, ni mucho menos, cuando se conozca el resultado del plebiscito. Vendrán de inmediato otras discusiones, ya sea sobre la forma de implementar el acuerdo con las Farc, en el caso de que gane el Sí, o sobre cómo reconducir lo andado, si triunfa el No.
Desde EL HERALDO hacemos un llamado a la concordia y a la fraternidad de los colombianos tanto en el desarrollo del plebiscito como en las discusiones que se abran a partir de esta misma tarde, una vez trascienda el resultado de la consulta.
Más allá de sus discrepancias sobre el acuerdo firmado en La Habana, tanto los defensores del Sí como los del No dicen anhelar la paz en Colombia. La etapa que se abre hoy con el plebiscito será una magnífica oportunidad para predicar con el ejemplo.