Un día después del trinfo del ‘No’ en el plebiscito sobre el acuerdo con las Farc, los analistas seguían buscando las razones de ese resultado que deja a Colombia ante un escenario de incertidumbre. Elementos de toda índole entran en el coctel interpretativo de los expertos: los efectos del huracán ‘Matthew’, la elevada abstención, la eficacia de la campaña uribista, la falta de movilización de los partidos políticos que apoyaban al presidente Santos en su proyecto, el repudio de muchos ciudadanos a las Farc...
Conocer las causas de un resultado que cogió con el pie cambiado a todas las empresas encuestadoras tiene, sin duda, un elevado valor para el conocimiento de nuestros comportamientos políticos. Máxime cuando lo que estaba en juego en la consulta popular era un asunto de singular trascendencia para nuestro futuro.
En este momento, sin embargo, consideramos más apremiante detenernos en el país que queda tras el plebiscito y colaborar en todos los esfuerzos necesarios para que el trabajo desarrollado durante seis años no se vaya a la basura.
El resultado de la consulta del domingo fue muy ajustado. El ‘No’ ganó con el 50,2% de los votos, frente al 49,8% del ‘Sí’. Es cierto que la campaña en favor del acuerdo con las Farc disponía de muchos más recursos oficiales que sus adversarios, lo cual, indudablemente, da más méritos a la victoria de estos últimos. Pero, más allá de las reflexiones que se puedan hacer al respecto, el hecho es que el país quedó dividido prácticamente por la mitad entre los ciudadanos que ejercieron su derecho de voto (el 37,5% del censo).
Ahora bien: este resultado solo arroja un cuadro de trazo grueso sobre lo sucedido, por la sencilla razón de que el plebiscito solo admitía por respuesta un ‘Sí’ o un ‘No’ sin matices. Estamos convencidos de que la sociedad es mucho más compleja y más abierta a consensos de lo que sugiere ese retrato binario.
Que el Gobierno y el Centro Democrático hayan designado ya sendas delegaciones para buscar una salida al atolladero constituye una buena noticia. En medio de la tormenta causada por el rechazo al Acuerdo con las Farc, alivia saber que, al menos en el plano retórico, existe una voluntad compartida de avanzar hacia la pacificación del país.
Lo que está por ver es cómo se podrán conciliar las posiciones de las partes hasta ahora enfrentadas. Puntos como la aplicación de la justicia a la guerrilla, la participación de los desmovilizados en la vida política o la economía aparecen entre los más espinosos.
A su vez, las Farc deben asumir que el escenario de juego cambió el pasado domingo con el rechazo al Acuerdo de La Habana. Y actuar con inteligencia, y también con humildad, si lo que quieren es que el alcance de ese cambio los afecte en el menor grado posible.