Con ocasión del Día Mundial de Lucha contra la Pobreza, el Departamento de Prosperidad Social divulgó un informe actualizado sobre el estado de la pobreza en Colombia, y los resultados producen una sensación agridulce.
Por una parte, los datos revelan que, en los seis años de mandato de Juan Manuel Santos (periodo que abarca el reporte), un total de 4,6 millones de personas han logrado escapar de la pobreza. Ello ha sido posible, según el Gobierno, por la aplicación de programas (Familias en Acción, etc.) enfocados a la población más vulnerable del país.
Resulta alentador constatar que los cuatro departamentos que redujeron en mayor porcentaje su número de pobres son costeños: Sucre (19%), Atlántico (18,2%), Córdoba (17%) y Magdalena (13,2%).
Esta es, por supuesto, la parte dulce del relato. La amarga se refiere al hecho de que, pese a los avances registrados, el índice de pobreza sigue siendo elevadísimo en nuestro país, donde aún hay 13 millones de pobres, que representan el 27,8% de la población nacional.
Y, si regionalizamos los datos, vemos que, de los seis departamentos con más pobres, cuatro son de la Región Caribe: La Guajira (53,3%), Córdoba (46,6%), Magdalena (44,8%) y Sucre (44,7%). Todos están muy por encima del total nacional del 27,8%, lo que evidencia un enorme y muy inquietante desequilibrio territorial en la distribución de la riqueza nacional, en obvio detrimento de nuestra región.
A todo lo anterior hay que sumar la circunstancia de que la medición de la denominada ‘pobreza monetaria’ parte de un cálculo discutible para definir quién es pobre: aquel a quien no le alcanza el dinero para acceder a una “canasta de subsistencia”, evaluada en $239.205 para cabeceras urbanas y $143.250 para zonas rurales (datos de 2015). Es decir, un hogar de cuatro personas, residente en un centro urbano, que ingresa un peso más de $956.820 ya no se considera pobre.
Sin duda se están desplegando enormes esfuerzos para combatir la pobreza en Colombia, pero está claro que el reto que se plantea es colosal. Sobre todo si lo que se pretende no es solo reducir la pobreza calculada mediante los criterios estadísticos del Dane –ya de por sí inmensa–, sino extender al máximo de la población el bienestar y la prosperidad de que ahora disfrutan unos pocos ciudadanos.
En lo que respecta a la Costa Atlántica como región, ese desafío es descomunal. Los datos muestran tozudamente que, pese a los discursos grandilocuentes de algunos de nuestros líderes, seguimos a la zaga, superados en pobreza tan solo por el Chocó.
El informe divulgado por la directora del DPS, Tatyana Orozco, debe actuar como un aldabonazo en la conciencia de nuestros dirigentes para que actúen, con celeridad y rigor, para sacar al Caribe del furgón de cola.