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La situación se vuelve a complicar para Venezuela, país hermano de Colombia por excelencia, y lo menos que se puede hacer desde este lado de la frontera es ofrecer toda la solidaridad a sus habitantes y elevar un llamado a la sensatez entre las partes en disputa.

La crisis del país vecino no es tema nuevo. Por el contrario, las tensiones están sometidas ya a un largo desgaste, con críticos antecedentes de represión y estallidos violentos en las calles. En medio de las turbulencias políticas y económicas, la olla de presión social no ha hecho otra cosa que seguir acumulándose, lo cual hace temer lo peor ante nuevos acontecimientos que vuelven a asestarle duros golpes a la confianza en la institucionalidad bajo el régimen del presidente Nicolás Maduro.

La oposición, que consiguió la mayoría en la Asamblea Nacional y de esta manera logró poner en marcha un andamiaje procedimental que podría culminar en la revocatoria de Maduro, ha convocado una gran movilización ciudadana frente a una decisión que consideran injusta. Invocan a una “resistencia pacífica” para protestar contra el Consejo Nacional Electoral venezolano.

Tras haber fijado fecha para la última fase necesaria para activar el referendo revocatorio, el CNE anunció la paralización del mecanismo. Suspendió la recolección de firmas integrada como parte del proceso, acatando conceptos de tribunales regionales que sostienen que los opositores cometieron fraude.

En el marco de esta determinación, un tribunal ordenó prohibir la salida del país del excandidato presidencial Henrique Capriles y siete líderes opositores más. Como era de esperarse en vista de la polarización del país, los representantes de la Mesa de la Unidad Democrática, que aglutina las vertientes políticas que se oponen a Maduro, se volcaron a los micrófonos y a las calles a agitar a las masas en contra de una decisión que amenaza con ponerle un freno a sus intenciones y borrar los pasos que habían dado en el camino que decidieron recorrer. Así se gestó la convocatoria de una nueva ‘Toma de Venezuela’.

No deja de preocupar que el desarrollo de los acontecimientos parece alejar de nuevo la posibilidad de un desenlace democrático, por la vía del consenso. En el referendo, sería el pueblo quien tendría la decisión final. Y lo que necesita Venezuela, no solo por el bien de sus habitantes sino por el de toda Latinoamérica, es una estabilidad que le permita avanzar y dejar atrás sus problemas.

Lo cierto es que Venezuela merece algo mejor, ya sea bajo este modelo u otro. Y no se puede cercenar la posibilidad de que su gente se pronuncie.

Los opositores han enfatizado el carácter pacífico de la manifestación, pero han hablado con vehemencia. Ojalá se imponga la cordura, y la movilización ciudadana ayude al Gobierno a entrar en razón y recordarle su papel como el primer garante de la Constitución y el derecho al disenso.

Hoy más que nunca es la hora de la sensatez y la mesura. Es momento también de arropar a los hermanos venezolanos. Debe primar la solidaridad, sin olvidar nunca que todo lo que pasa allá, repercute acá.