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A nadie le cabe duda de que Colombia llevaba tiempo necesitando una reforma que ordenara de un modo más racional, equilibrado y a largo plazo el modelo tributario del país.

La necesidad de esa reforma estructural se había vuelto más acuciante por la merma que han sufrido los ingresos nacionales, debido, sobre todo, a la caída del precio internacional del petróleo.

Ante este inquietante escenario, el Gobierno ha apostado por una reforma tributaria drástica, cuyos efectos comenzarán a sentir los ciudadanos en carne propia a partir de enero próximo

¿Incurrieron sucesivas administraciones en imprevisión o irresponsabilidad al acomodarse a una economía altamente dependiente del precio del petróleo? ¿Exploró el Gobierno todas las alternativas fiscales antes de decantarse por el texto que llevó al Congreso?

El hecho es que aquí estamos, con un proyecto de reforma que se apuntala en tres letras: IVA. El impuesto al valor agregado es el gran yacimiento del que el ministro Cárdenas espera extraer los recursos para alimentar el engranaje del Estado. En los próximos dos años, prácticamente todo el ingreso nacional procederá de este gravamen: del aumento del 16 al 19% en la tarifa general, de la aplicación del 5% de IVA a numerosos productos que hoy no lo tenían, etc.

La reforma contempla además una reducción del umbral de ingresos para declarar renta, de $3,4 a $2,75 millones mensuales. Medio millón más de personas del segmento inferior de renta se sumarán así a la lista de contribuyentes. Y ello, mientras se alivia la carga tributaria a los empresarios, lo que ha llevado a expertos a calificar de desequilibrada la reforma.

Los congresistas tienen ahora la tarea de analizar el proyecto y lograr un equilibro (difícil, sin duda) entre las necesidades económicas del Estado, la eficacia de las medidas aplicables y la capacidad de aguante del bolsillo de los ciudadanos.

Deberán estudiar, por ejemplo, si es acertado introducir un gravamen a los dividendos en un país tan necesitado no solo de atraer inversiones extranjeras, sino de estimular una cultura de pequeños inversionistas locales, tendencia esta que ha sido clave para el éxito económico de algunos países.

Nos preocupa también, y la consideramos un desatino, la propuesta de establecer un IVA del 5% a los periódicos impresos, sobre todo en un momento muy complejo para la industria por los desafíos de la nuevas tecnologías.

Sin pretender ‘barrer para casa’, creemos firmemente que los periódicos, más allá de las críticas que puedan merecer en determinados momentos, son esenciales para ejercicio democrático y la trasmisión de conocimiento. Encarecer al lector el precio de un periódico no es, evidentemente, el mejor modo de contribuir al fortalecimiento de la democracia.

Nos preocupa también que se grave con un 5% de IVA a los periódicos. Sin ánimo de ‘barrer para casa’, creemos firmemente que los periódicos, más allá de las críticas que puedan merecer en determinados momentos, son esenciales para el fortalecimiento de la democracia. Encarcer el precio al lector no es, evidentemente, el mejor modo de contribuir a una sociedad más informada.