Puerto Colombia es una de las poblaciones más interesantes del Caribe en términos de su proyección y sus posibilidades de desarrollo. Su articulación con el norte de una ciudad en franca expansión económica, como lo es Barranquilla, le confiere un potencial enorme, la mayor parte del cual permanece inexplorado y a la espera de decisiones administrativas certeras.
Por eso es tan trascendental la discusión que suscita la posible modificación de su Plan Básico de Ordenamiento Territorial, PBOT, de acuerdo con lo que propone la Alcaldía Municipal. La Administración ha presentado a la comunidad un borrador, una hoja de ruta urbanística trazada con apoyo de la Universidad de Miami, en la cual sobresalen algunos puntos clave que permiten entrever el enfoque de su apuesta turística.
Uno de los aspectos que despierta mayor inquietud entre algunos sectores de la comunidad es que la nueva normativa permitiría la construcción de edificios de hasta 20 pisos en una franja que va desde Pradomar hasta el Muelle, y en Villa Campestre, donde ahora se desarrollan proyectos de vivienda. La idea remite inmediatamente a otros balnearios de la Costa, como lo son Bocagrande, en Cartagena, y El Rodadero, en Santa Marta.
Una determinación como la que está en juego merece el más amplio y comprometido debate. Sectores de Puerto Colombia se han venido proyectando como un espacio para otro estilo de vida, con un abordaje que contrasta fuertemente con el trasiego de la capital y los ejemplos de las ciudades vecinas. Convendría cuidar esto de la mejor manera posible. Ojalá cualquier decisión que se tome responda al mayor ejercicio de racionalidad, y sea fruto de deliberaciones que integren la visión de la población.
Puerto tiene todo el derecho de decidir el camino que quiere recorrer, de eso no hay ninguna duda. Pero conviene escuchar a los expertos en temas tan delicados como los que se han puesto sobre la mesa. Será importante revisar los argumentos en cuestión para que la propuesta y su eventual ejecución constituya una real solución, que aumente el atractivo del municipio para los inversionistas sin ir en detrimento de la calidad de vida de sus habitantes. Todos quieren lo mejor para Puerto, eso parece claro; hay que escuchar a todos los actores para lograr un consenso en torno al cómo.
En este momento, cada decisión puede resultar crucial para definir el rumbo del municipio. Y no se espera menos que apuntarle a decisiones que pongan en marcha el engranaje del desarrollo con el área metropolitana, de manera que los beneficios sociales y turísticos se irriguen en el mayor porcentaje de población posible. No hay que perder de vista que los puntos en discusión definirán aspectos sustanciales de la vida en el municipio, y que cada decisión tendrá un impacto sobre Barranquilla.