Documentos desclasificados confirman que el FBI estuvo espiando por más de dos décadas a Gabriel García Márquez, tras su paso por Nueva York en 1961 para trabajar en la agencia cubana Prensa Latina.
Se trata de una confirmación porque el Nobel colombiano, entonces de 33 años, siempre tuvo la certeza de que lo estaban vigilando, tal como señalan apartes del informe revelado por The Washington Post, que solicitó el expediente a la agencia federal. “Lo inusual habría sido que no espiaran”, dijo su hijo Rodrigo García.
Era una época en la que todos eran sospechosos, incluso Gabo, que aún no publicaba las novelas que lo catapultarían a la fama mundial, e inicialmente fue reseñado como José García. Se convirtió en blanco del FBI por órdenes directas de quien fuera su director por casi 40 años, Edgar J. Hoover, que también tuvo en la mira a escritores como Ernest Hemingway y Norman Mailer. Habría pedido que le informaran de inmediato si García Márquez ingresaba a EEUU, y desde entonces empezó a seguir sus pasos.
La vigilancia sobre el hijo del telegrafista de Aracataca se extendió por 24 años, con motivos que no quedan claros en las 137 páginas a las que tuvo acceso el diario estadounidense. Su amistad con Fidel Castro figura, sin embargo, como una fuerte posibilidad de explicación.
Es esta una muestra de los peligros del poder omnímodo y del alcance que puede tener quien controla los resortes de la información. Hoover se ha convertido en una figura mítica, entre otras cosas, porque estuvo al frente del FBI hasta su muerte, a los 77 años. Su legado es una advertencia histórica de hasta dónde puede llegar una figura que distorsiona el ejercicio de la autoridad con el propósito de perpetuarse, a costa de los derechos individuales y las libertades civiles de los demás.
A Gabo solo se le puede hallar culpable de haber tenido por mente un arma de imaginación masiva, y ser el autor intelectual de una invasión de historias mágicas y reales que se tomaron para siempre las vidas de millones de lectores, a la marcha de un batallón de mariposas amarillas.
La revelación de que los tentáculos del espionaje hicieron al escritor su presa es un llamado para todas las sociedades que se precien de considerarse a sí mismas libres y democráticas. Los sistemas donde los ciudadanos son erigidos como sospechosos por su ideología o sus filiaciones no deberían tener lugar en el mundo moderno. Es lo que hay que erradicar.
Colombia sabe mucho de los peligros de que no sea así. Gabo, de hecho, no solo fue víctima de seguimientos de parte de EEUU. No hay que olvidar que su exilio hacia México se produjo en el marco de un Estatuto de Seguridad promulgado por el gobierno de Julio Cesar Turbay, ante el cual se vio amenazado, al enterarse de que el Ejército sospechaba que tenía vínculos con el M-19.
No hay que ir tan lejos para comprobar que los fantasmas de alinear a los individuos en un bando u otro, según sus ideas, siguen vivos en el país, pese a todo el daño que le han hecho a lo largo de 50 años de conflicto. Las interceptaciones ilegales del DAS es un ejemplo de prueba más reciente.
Una verdadera democracia no está compuesta por ciudadanos ‘chuzados’, ni asustados, ni con la necesidad de ser controlados bajo el pretexto de la seguridad, sino por ciudadanos libres. Gabo nos ha recordado la necesidad de volver ciertas unas palabras de Winston Churchill. Lograr, por fin, que cuando llamen a la puerta de la casa en la madrugada todos tengan la certidumbre de que es el lechero.