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La Circunvalar es la vía más importante de Barranquilla. Es, como se sabe, un anillo de 22 kilómetros, clave en el plan de conectividad de la ciudad, que integra, vía terrestre, a los distritos de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta.

Su ampliación a dos calzadas se ha dado en un proceso lento, de unos 10 años. Y aún no termina: falta el tramo que concluye en la Vía 40, y comprende obras adicionales como tres puentes en las intersecciones de la 46, la 51B y la 53, así como unos muros de contención y soluciones hidráulicas.

Fue iniciada en la administración de Guillermo Hoenigsberg con recursos exclusivos de la Valorización I y continuada en los gobiernos de Alejandro Char y Elsa Noguera con partidas del Gobierno Nacional, habida cuenta la consideración de que esta es una vía que sirve a la región y al país para el desarrollo de la economía.

La Circunvalar está llamada a ser un ejemplo de la Barranquilla que ha venido emergiendo en los últimos años. Pero en esta vía pasa de todo, como, en general, en el caótico tráfico de la ciudad. Lo ratifica el informe de ayer sobre los ‘maletines’ que no han servido para disciplinar la circulación de peatones y vehículos.

La Secretaría de Movilidad contrató por $1.120 millones la instalación de 7.000 separadores de concreto, a doble vía en el bulevar de la avenida, en un tramo de 1,4 kilómetros que va de la carrera 36 a la 12, correspondiente a una zona urbana densamente poblada.

En ese tramo está permitida una velocidad de 60 kilómetros, y para garantizarla se optó por esta ‘muralla’ de cemento. Hace tres años, el liquidado Fondo de Prevención Vial hizo un estudio sobre la Circunvalar, y para el tramo mencionado –donde se han registrado graves accidentes, el último de los cuales dejó 9 heridos– recomendó que se impusieran velocidades de 30 kilómetros y se adoptaran cruces rectos con dispositivos para detener el tráfico.

La Secretaría de Movilidad desoyó esta sugerencia y optó los ‘maletines’, que, como se puede comprobar, no han supuesto una solución definitiva, porque la gente los derriba o los salta para atravesar la Circunvalar, poniendo en riesgo su vida y el tráfico vehicular.

Consciente de que su solución no ha dado los resultados esperados, la Alcaldía ha decidido colocar un semáforo en un punto del sector que comprende la Pradera, los Olivos, la Paz y El Pueblo, donde la gente se queja de la distancia que hay entre cada puente peatonal.

A este caos, al que se le debe poner autoridad, pedagogía y alternativas, se añade que la Circunvalar no tiene el atractivo paisajístico que merece. Hoy es un ‘peladero’, y las intervenciones que ha hecho el Damab no se notan. Sería una excelente noticia que el bulevar se convirtiera en un ejemplo de estética y se articulara a obras en marcha como el parque Bicentenario o parque del Padre Cirilo, como empiezan a llamarlo en el Suroccidente.