Si un sector ha sido golpeado históricamente por la violencia entre pandillas es el del cuadrante que comprende los barrios La Chinita, La Luz, Rebolo y El Ferry, en Barranquilla, y Las Ferias y Primero de Mayo, en Soledad, un cordón con una problemática social compleja y profunda. Mucha sangre ha corrido por sus calles, en su mayoría de jóvenes que no reciben oportunidades de la sociedad.
Desde finales de los 90, la violencia juvenil dio paso al reinado de ‘los Meza’, grupo armado que, a punta de extorsiones y asesinatos, se hizo con el control de la zona que bordea el río Magdalena hasta comienzos de siglo. Esta problemática tuvo respiro con la desmovilización del paramilitarismo, pero no fue más que el lapso que se tomaron las bandas de narcotráficantes del interior del país para establecer sus reductos en el sector. Hoy, la violencia ha vuelto a ser ley con la disputa de dos grupos que controlan el microtráfico de estupefacientes: ‘los 40 Negritos’ y ‘los Papalópez’.
Desde el sábado, cinco personas han perdido la vida como consecuencia del enfrentamiento de estas organizaciones criminales, que están lejos de parecerse a las pandillas juveniles de antaño.
‘Los 40 Negritos’, llamados así por el color de piel de los primeros jóvenes que integraron la entonces pandilla, han extendido su accionar hacia otros barrios de Barranquilla y Soledad. Su poder quedó revelado cuando en junio de 2014 orquestaron una gran movilización de apoyo de los habitantes de la zona a su labor de vigilancia y protección, lo que fue calificado por la Policía como “inconcebible”.
El presunto líder de la banda, Dionisio Enrique Fría Castillo, alias ‘Gordo 40’, fue capturado en noviembre de 2016 y se encuentra tras las rejas. Sin embargo, su organización sigue al mando de la zona.
Hace ocho años, ‘los 40 Negritos’ y ‘los Papalópez’ eran una sola banda, pero la alta rentabilidad de los negocios ilícitos provocó que se formara una disidencia. El primer grupo se hizo fuerte en Soledad, y el segundo acaparó el sur de Barranquilla. Ambas organizaciones comparten métodos sangrientos como el desmembramiento, según los archivos de las autoridades.
Está en manos de la Policía detener el derramamiento de sangre en este sector estratégico para el narcotráfico, que es el motor económico de ambas organizaciones, las cuales han sido permeadas por estructuras criminales de trascendencia nacional como ‘los Costeños’ y el ‘Clan del Golfo’.
Pero no es solo una labor investigativa y represiva. Se requiere aumentar el trabajo interdisciplinario que ya se viene haciendo, para que impacte positivamente en los jóvenes que nutren a estas bandas y por fin puedan dejar de ser carne de cañón.