La aprobación, por parte del Concejo de Barranquilla, de una política pública del uso de la bicicleta “en aras de fortalecer al Distrito como una capital de bienestar preservadora del medio ambiente” vuelve a abrir el debate sobre este medio de transporte en la ciudad.
El Acuerdo busca promover el uso de la bicicleta para ir al colegio, así como apoyar a los colectivos de ciclistas, que se han multiplicado en los últimos años.
La novedad es que premiará a los funcionarios de la Alcaldía con hasta ocho medios días laborales remunerados al año si acreditan haber llegado a cumplir su jornada de trabajo en bicicleta.
Por la misma senda, establece que la Alcaldía deberá promover el uso de la bicicleta con campañas educativas y estrategias comunicativas dirigidas a toda la ciudadanía.
Es indudable que la bicicleta se ha convertido en una alternativa para ciudades con una movilidad mucho más compleja que la de la capital atlanticense. Y no solo es un tema de tránsito, se trata de una solución concreta a los altos niveles de contaminación que son resultado de la utilización de combustibles para el transporte a motor.
Sin embargo, hasta ahora los intentos por ‘disparar’ su uso cotidiano no han cumplido las expectativas. Se emplea mayoritariamente con fines recreativos y deportivos, pero aún no se le considera un medio eficaz para ir al trabajo, por ejemplo.
Hace menos de un mes se conoció que el Sistema de Bicicletas Públicas de Barranquilla –Sibaq– fue cancelado por la Alcaldía, entre otros motivos, por la falta de uso de la comunidad. Es un indicador de lo mucho que hay que trabajar en el aspecto cultural.
A esto se suma que las ciclorrutas no cumplen el objetivo para el que fueron creadas y parecen carriles exclusivos para los motociclistas.
Aunque la decisión del Concejo debe ser aplaudida y respaldada, en el Acuerdo no aparecen sugerencias sobre cómo incentivar el uso de la bicicleta, lo que comprueba la magnitud del tema en una ciudad que no ha sido pensada para ser amigable con el medio ambiente. Se requiere un trabajo coordinado entre las secretarías para sacar adelante un reto de esta naturaleza. Instalar bici-parqueaderos en las entidades públicas debe ser uno de los primeros pasos.
Además, no solo es ampliar el kilometraje de las ciclorrutas, sino disponer del mobiliario urbano que propicie o haga más placentera esta actividad. Mejorar tanto la iluminación como la arborización de las vías exclusivas es clave para el fomento de la cicla, debido a los problemas de inseguridad y el agobiante calor en las calles.
Hacer partícipe de esta iniciativa a la empresa privada es necesario para que toda la ciudad se involucre en poner a ‘rodar’ esta transformación urbana y cultural.